- La incertidumbre que ha caracterizado los últimos meses no va a quedar borrada de un plumazo en el corto espacio de tiempo y el baloncesto no es ajeno a las dudas provocadas por el coronavirus y sus consecuencias. Tanto la ACB, que además de la pandemia tiene otras razones para la preocupación, como la Euroliga tienen en el horizonte un futuro de dudas. En el caso de la competición doméstica, con el éxito de supuso la resolución de la pasada campaña mediante el formato del torneo de concentración en Valencia, las mismas vienen tanto por la posibilidad de iniciar la campaña como está previsto cuando en estos momentos los rebrotes se están expandiendo a nivel estatal como por el desconocimiento todavía de cuántos clubes participarán al quedar pendiente todavía la situación del Gipuzkoa Basket. Mientras, la competición continental, que bajó la persiana sin ni siquiera finalizar su torneo, se enfrenta a un panorama aún más complejo en lo referido a la celebración de los partidos al entrar en liza clubes de países diferentes y que cuentan con protocolos y legislaciones también muy distintos entre sí.

Dejando al margen la cuestión de la pandemia, que no es menor ni mucho menos, lo de los ascensos a la ACB es un tema de polémica recurrente casi cada verano. Cuando las condiciones exigidas para alcanzar la máxima categoría impedían a los que se habían ganado el derecho deportivo hacerlo efectivo en los despachos ya corrieron ríos de tinta. Pero ahora que esas exigencias se han rebajado y existe un pacto suscrito con la Federación Española para que todos los años suban dos equipos, la eliminación de los descensos de la ACB y el hecho de que la temporada en LEB Oro no concluyese formalmente han enrevesado de nuevo todo.

Los clubes señalaron claramente en su asamblea del pasado jueves que no quieren que se produzcan ascensos y el Carramimbre Valladolid ya ha asegurado que se mantendrá en la segunda categoría al entender que no cumple con los mínimos económicos para aspirar al salto. Pero el Gipuzkoa Basket ya había avisado desde hacía tiempo que recurrirá hasta la última instancia para hacer valer sus derechos deportivos. Por eso, ahora todo queda en manos del Consejo Superior de Deportes, que será el encargado de decidir su incluye al club donostiarra en una liga de diecinueve equipos, con todos los problemas añadidos que ello supondría de cara a un calendario cargado al máximo.

La cuestión de los participantes la tiene arreglada la Euroliga desde que decidiese mantener a los mismos dieciocho de la pasada campaña. Pero las dudas en su caso vienen marcadas por la posibilidad que vaya a existir de disputar los partidos. Tal y como ha anunciado en las últimas horas el especialista Emiliano Carchia de Sportando se ha puesto en contacto con los miembros de los equipos para señalar que, en estos momentos, se espera que la competición arranque con normalidad. A mediados de septiembre, la Euroliga analizará los escenarios en los que se tienen que jugar los partidos y marcará unas pautas de actuación con los clubes en el caso de que se tengan que reprogramar encuentros o trasladarlos mismos a otras localidades. En dicha información se asegura que en ningún caso los equipos serán puestos en cuarentena para desplazarse entre países y que los clubes disfrutarán de excepciones gubernamentales en el caso de que se tengan que reubicar partidos. Y, añade, en el caso de que no se pudiesen cumplimentar todos los protocolos de seguridad y salud que se van a establecer por parte de Euroliga y clubes según los marcos gubernamentales, la competición sería de nuevo suspendida.