vitoria - Eran tres proyectos destinados a reinar en la Final a Cuatro. Lo tenían todo para haber subido al cielo, especialmente unas plantillas armadas hasta los dientes con varios jugadores carne de la NBA que ahora podrían replantearse su futuro para la próxima campaña. Antes de la emergencia sanitaria, todo hacía indicar que el título de la Euroliga era cosa de tres: Anadolu Efes, Real Madrid y Barcelona. Gracias a un presupuesto astronómico que les permitió reventar el mercado y hacerse con las piezas más codiciadas, este trío figuraba por encima del resto en cuanto a profundidad de plantilla, talento y capacidad física. La superioridad que estaban acreditando en la fase regular hacía de ellos las únicas alternativas a la gloria por encima de rivales como el CSKA -menos fiero que en años precedentes tras la marcha de sus deslumbrantes figuras y el mal fario de Will Clyburn- o un Maccabi venido a menos por culpa de las lesiones.

La temporada del Efes estaba resultando especialmente fabulosa y el exbaskonista Shane Larkin opositaba con fuerza a MVP de la competición. El base estadounidense, bien secundado por otro fuera de serie como Vasilije Micic, ha demostrado durante estos últimos meses que la Euroliga se le queda pequeña. El dominio que ha ejercido ha sido aplastante con una asombrosa variedad de recursos.

Por una vez, el turco era un colectivo redondo, dinámico y mecanizado que pese a los problemas físicos de su boya interior (Dunston) tenía todos los argumentos para romper su tradicional mal fario fuera de sus fronteras. Y todo ello gracias a la magia de un jugón cuya continuidad en el Viejo Continente es ahora una incógnita tras el coronavirus.

Los dos únicos rivales que estaban siendo capaces de seguir la imparable cadencia victoriosa del Efes y podían evitar el asalto de Larkin al trono no eran otros que Real Madrid y Barcelona. El conjunto blanco estaba ofreciendo mejores sensaciones a nivel colectivo que la constelación de estrellas culés, entre las que ha brillado con luz propia un Nikola Mirotic capaz de ver el aro como una piscina.

Mientras Svetislav Pesic ha recibido ácidas críticas debido a sus dificultades para hacer de sus grandes individualidades un equipo sólido, el panorama era más tranquilo para Pablo Laso. Con menos presión a la hora de izar títulos, el técnico vitoriano mantenía muy enchufado a un Real Madrid que en el momento de la cancelación acumulaba siete victorias consecutivas en el frente continental. El baloncesto ha deparado muchas sorpresas en el pasado, pero esta vez había escaso margen para la rebelión de un cuarto.