Vitoria - El Kirolbet Baskonia murió anoche desangrado sobre el parqué del Buesa Arena. Una hemorragia masiva originada por la descomunal herida que le infligió el Zalgiris en uno de los aspectos básicos en cualquier encuentro de baloncesto, el rebote. El combinado lituano fue absoluto dominador de esta faceta y provocó una sangría que terminó acabando con la escasa resistencia que pudo tratar de oponer el cuadro local en su regreso a la competición tras el parón provocado por la Copa del Rey.

Por increíble que pueda parecer teniendo en cuenta la configuración física de ambos contendientes, la estadística del duelo reflejó un dato demoledor para los discípulos de Dusko Ivanovic. Y es que terminó prácticamente doblado por un adversario que ejemplificó a la perfección la teoría que siempre ha defendido el preparador montenegrino de que el rebote no es tanto cuestión de condiciones físicas como de actitud y deseo.

Como consecuencia de esa mayor intensidad a la hora de buscar los balones que salían rechazados de la canasta, el Zalgiris se hizo con 43 segundas opciones a lo largo de todo el encuentro. Un enorme botín que le permitió mantenerse en el partido hasta el descanso cuando el Baskonia aprovechó el escaso acierto visitante en el tiro para ir por delante en el marcador y abrir la brecha que le condujo a la victoria tras el intermedio.

Porque si la cifra ya es significativa por sí misma, adquiere todavía mayor relevancia cuando se compara con la de su oponente o se analiza en detalle. De esta manera, el Kirolbet se quedó únicamente en unos pobres 22 rebotes capturados. Prácticamente la mitad que su rival. Con semejante desventaja, habría resultado casi milagroso que la victoria hubiese acabado en el casillero azulgrana.

Más aún considerando el balance particular en la zona vitoriana. Mientras que el Baskonia acabó el duelo con 16 rebotes capturados en su propia canasta, la estadística del Zalgiris demuestra que el cuadro lituano fue capaz de capturar uno más (17) en el mismo espacio. Es decir, que sumó más rechaces en ataque de los que su adversario recogió en defensa. Un dato que en muy contadas ocasiones puede verse en un partido de baloncesto profesional y que supuso una enorme losa completamente imposible de levantar por los gasteiztarras.

Un grifo seco El total dominio del rebote, además, proporcionó otra gran ventaja a los pupilos de Sarunas Jasikevicius. Y es que de esta manera cortaron las alas de un Baskonia incapaz de correr al no tener el control de los rechaces. Sin poder utilizar su estilo de juego más eficaz, el equipo vitoriano se encalló una y otra vez en un estéril ataque estático. Como consecuencia, el grifo de la anotación se secó casi por completo y en la segunda mitad solo pudo anotar 25 puntos. Demasiadas heridas, en definitiva, para un grupo ya al límite de su resistencia.