Vitoria - Por un 2020 mejor que el 2019 que mañana concluye. En el seno de Saski Baskonia no se puede brindar esperando otra cosa en el momento que se está a punto de dar carpetazo a un año que termina de manera dramática, con el club viviendo uno de los mayores momentos de crisis que se recuerdan. Muy lejos de lo que fueron los primeros meses, cuando Velimir Perasovic consiguió exprimir al máximo al reducido núcleo de jugadores que tenía en plenas condiciones físicas para convertirse prácticamente en un rodillo en la Liga ACB -se firmó el mejor balance en mucho tiempo, aspirando al liderato casi hasta el final- e ir remontando en una Euroliga en la que se alcanzó el Top 8 para plantarle cara en dicha eliminatoria al CSKA de Moscú, semanas más tarde campeón continental en el Buesa Arena. Todo ese sobreesfuerzo, no obstante, acabó pasando factura en unos momentos decisivos en los que el cuadro azulgrana naufragó estrepitosamente ante rivales de calado menor, como ocurrió con las eliminaciones ante el Joventut en Copa y frente al Zaragoza en Liga, ambas en la primera eliminatoria y con abultados resultados en contra. Episodios dolorosos que no supusieron el cambio en el banquillo -eso sí, varios de los jugadores más importantes para el croata abandonaron la capital alavesa-, aunque finalmente el desastroso inicio de la presente campaña acabó llevándose por delante, aunque más tarde de lo que se podía esperar, a un Perasovic que fue destituido hace un par semanas para dejar paso al nuevo retorno de Dusko Ivanovic, quien tiene un arduo trabajo por delante para tratar de enderezar la nube de un Baskonia que arrancó 2019 con un atisbo de luz y que lo cierra en la más absoluta oscuridad.

La mano de Perasovic fue clave para darle la vuelta a un equipo que, una temporada más, había empezado la campaña ofreciendo malas sensaciones con Pedro Martínez al mando. Ni siquiera el enorme lastre de las lesiones de larga duración de Jayson Granger, Tornike Shengelia y Patricio Garino fue un obstáculo en el crecimiento de un equipo que de mediados de enero a mitad de marzo firmó siete victorias en nueve partidos en la competición continental que le abrieron de par en par las puertas del Top 8 al mismo tiempo que en la ACB ofrecía una versión de martillo pilón prácticamente infalible, con solo cuatro derrotas en una veintena de partidos en cinco meses, incluida una serie de nueve triunfos consecutivos que sirvieron para pelear casi hasta el final por el liderato de la fase regular hasta quedar en tercera posición por detrás de Real Madrid y Barcelona.

Con el grupo de jugadores de confianza del preparador croata reducido a la mínima expresión -prácticamente entre siete hombres llevaron el peso del equipo durante gran parte de ese periplo, en el que no llegaron los refuerzos que se precisaban para paliar las bajas de los lesionados-, el rendimiento de este núcleo reducido se maximizó muchísimo, pero, al mismo tiempo, estaban acumulando una carga de esfuerzos que acabarían pagando con el paso de las semanas y ya en las fases decisivas del curso.

Batacazo copero Una primera muestra de ello se vivió en la Copa de Madrid, a la que se llegaba con una ilusión renovada respecto a años precedentes tras haber visto una versión del Baskonia capaz de competir de tú a tú con los dos grandes. El batacazo en el WiZink Center fue mayúsculo, pues los azulgranas fueron incapaces de contener la exhibición de Nico Laprovittola (36 puntos y 50 de valoración) y quedaron apeados a las primeras de cambio ante un Joventut que desnudó todas las carencias del conjunto vitoriano, que veía en su torneo favorito la opción de pelear por un título.

Ese severo golpe moral no afectó al rendimiento en las otras dos competiciones, aunque los baskonistas a punto estuvieron de quedarse fuera del Top 8 en una carambola final por culpa de sus tres derrotas en las cuatro jornadas finales de la fase regular, en las que solo consiguieron ganar a un Real Madrid que hizo poco más que pasearse por el Buesa Arena. La séptima posición deparó un nuevo cruce con el CSKA. La serie se abrió con un contundente triunfo de los moscovitas, pero el Kirolbet consiguió imponerse en el segundo partido a domicilio y abría la puerta a la esperanza de cara a los dos duelos consecutivos en el Buesa Arena. Las tremendas exhibiciones de Vincent Poirier resultaron insuficientes para contrarrestar el más amplio repertorio de Dimitris Itoudis, quien le dio galones a Nando De Colo para conseguir el pase a una Final Four en la que unas semanas más tarde el CSKA se proclamaría campeón continental en Vitoria.

Comienza el hundimiento Desde la eliminación de la Euroliga, el equipo tenía un mes por delante para ponerse de nuevo a punto y afrontar el play off por el título de la ACB, pero Perasovic no fue capaz de integrar a los jugadores que se iban restableciendo de sus lesiones de larga duración en la dinámica que tenía el núcleo duro. Unos problemas musculares lastraron a Marcelinho Huertas en todo el tramo final y ese mal estado físico del cerebro del grupo pasó factura a todo el colectivo, ya por completo descabezado. Pese a todo, la caída ante el Zaragoza en la eliminatoria de cuartos de final fue una sorpresa enorme, sobre todo por la incapacidad para competir que mostró el cuadro vitoriano.

Finiquitada la temporada con un sabor de boca horrible, Josean Querejeta siguió confiando en Perasovic para dirigir la nave, aunque la plantilla se reestructuró de manera importante. Salieron varios de los jugadores que habían sido claves en los mejores meses del croata (Huertas, Hilliard, Voigtmann y Poirier) y se buscó músculo para afrontar la exigencia de un calendario todavía más largo por el incremento de partidos de la Euroliga.

Llegaron Pierria Henry, Nik Stauskas, Achille Polonara, Micheal Eric y Youssoupha Fall, pero en el primer minuto de la nueva temporada cayó de nuevo lesionado de larga duración Granger. El proyecto se quedaba cojo a las primeras de cambio, situación que se agravaría aún más semanas después cuando la desgracia visitaba a Patricio Garino. La idea de plantilla quedaba completamente destrozada y sobre el parqué se empezaba a comprobar la involución de un equipo que era mejor en octubre que en diciembre. La sombra de la duda comenzó a planear sobre Perasovic a mediados de noviembre tras la vergonzosa derrota ante el Maccabi (83-113), pero el de Split aguantó en el banquillo mucho más que sus predecesores, hasta que, tras la derrota ante el Real Madrid anotando solo 55 puntos y en medio de una serie de tropiezos por paliza, llegaba su destitución el pasado 20 de diciembre. Con el equipo completamente derrumbado a nivel psicológico, el relevo lo ha asumido Dusko Ivanovic en una tercera etapa en el club en la que en sus dos primeros partidos ha seguido con la misma línea de decadencia que le precedía. La clara imagen de un equipo que arrancó 2019 con destellos de claridad, pero que cierra el año sumido en la más negra oscuridad.