Ver a este Baskonia es algo insufrible, un ejercicio de masoquismo absurdo que no se le puede recomendar a nadie. La ilusión por ver un colectivo cambiado y con otro espíritu más combativo en tierras mañas apenas duró diez minutos. Un aseado primer cuarto constituyó la antesala del enésimo desastre del curso. Tras la debacle de Berlín, el equipo vitoriano cerró la semana en el Príncipe Felipe con un nuevo capítulo del largo historial de despropósitos y certificó que su caída libre ya es imparable. No se sabe todavía a ciencia cierta cuándo se detendrá este infernal de ritmo de estrepitosos ridículos porque partido tras partido las sensaciones empeoran. El baloncesto deja mucho que desear, por no hablar de un peligrosísimo lenguaje corporal que no augura nada bueno a corto plazo.

Porque, tras el bochorno de casi todos los días vivido en Zaragoza, el riesgo de ver por televisión la próxima Copa del Rey ya es latente. El Baskonia se acostó ayer fuera de los puestos que proporcionan el billete para la cita de Málaga cuando tan solo restan dos jornadas para que se dilucide la identidad de los participantes. El Casademont agudizó el estado de coma profundo de un plantel cuyo proceso de descomposición está adquiriendo unas cotas insospechadas. No solo resultan duras las derrotas, sino ver cómo jugadores de aparente prestigio pierden la cabeza incurriendo en agresiones fuera de lugar -si en Berlín fue Shengelia quien golpeó a Eriksson, esta vez lo hizo Fall con Justiz- y nadie muestra el más mínimo orgullo para frenar la hemorragia.

de mal en peor El posible efecto Ivanovic, incapaz de cambiar el decorado, ha durado un suspiro porque el Baskonia sigue en estado vegetativo. Como el enfermo terminal al que se le ha diagnosticado una enfermedad incurable y apura los últimos días de vida. Un símil duro que encaja a la perfección con la realidad de un equipo destrozado en el plano anímico. El Zaragoza levantó el pie del acelerador en los minutos de la basura, pero la derrota escuece igual y el pasaporte copero pende ya de un hilo. De ganar al Manresa y al Gran Canaria, y esperar otros resultados favorables. En cualquier caso, la sombra de un fracaso doloroso ya merodea con fuerza en una temporada que se está volviendo insufrible.

Fisac castigó en la pizarra todos los puntos débiles de un Baskonia que sigue sin dar señales de vida pese a la rebelión puntual de algún jugador. Shields trató de tirar del carro merced a una álgida producción anotadora, pero el alero danés estuvo solo ante el peligro en el Príncipe Felipe. El vitoriano volvió a ser un grupo descabezado, manso, roto e incapaz de revertir la lastimosa imagen de los últimos tiempos. El guión se repite de manera terca, pero las soluciones brillan por su ausencia. No hay manera humana de competir, de enseñar los dientes o impedir que el rival de turno le trate como si fuera un aprendiz.

A diferencia de encuentros precedentes, el Baskonia protagonizó una buena puesta que amagó con devolver las esperanzas. Fall se dejó sentir adelante y atrás tras excesivas jornadas en el limbo. El senegalés, que ingresó rápidamente en pista ante el dominio ejercido por Justiz sobre Eric, recuperó el protagonismo de forma efímera porque se le señalizó una rigurosa segunda falta que le envió al banquillo. Sin embargo, la continuidad y la solidez desaparecieron de un plumazo. En cuanto su gigante quedó fuera de combate, la compostura del equipo vitoriano se resintió.

El Baskonia se frenó en seco en un segundo cuarto donde se reprodujeron los sangrantes errores de toda la temporada. La tibieza de los bases pasando todos los bloqueos por detrás generó unos desajustes mortales de necesidad ante un anfitrión con la confianza por las nubes y reanimado por Alocén. Vildoza y Henry no solo malvivieron un día más en las labores organizativas, sino que restaron atrás. El ataque apenas se sostuvo gracias a los chispazos de Shields y Eric, pero el absentismo laboral del resto clamó al cielo.

Uno o dos pasos por detrás de la revelación liguera, el Baskonia se vio sometido por la férrea defensa tejida por Fisac, sufrió las acometidas del anfitrión en el pick and roll y careció de respuestas en numerosos hombres de banquillo que pasaron de puntillas por tierras mañas. En definitiva, un mal trago que continúa echando paladas de tierra sobre el prestigio de un club al que ya se le escurre de las manos el pasaporte para la Copa del Rey.

Diez minutos de ilusión La esperanza por comprobar un Baskonia cambiado respecto a días precedentes apenas duró el cuarto inicial, el tiempo que precisó el Zaragoza para activar sus peligrosos resortes, desplegar un baloncesto de alta escuela y agudizar los males de un visitante herido de muerte que volvió a encajar otra derrota bochornosa en el Príncipe Felipe.

Ni siquiera orgullo El vitoriano volvió a ser un equipo desdibujado que bajó los brazos en cuanto no pudo seguir el inclemente ritmo anotador impuesto por el Casademont desde el segundo cuarto. La pésima defensa del 'pick and roll' local, la inoperancia de dos bases nuevamente señalados y la nula producción de los hombres de banquillos certificaron el enésimo desencanto de una temporada incalificable.