HENRY Y LOS DOS ‘CUATROS’ El estadounidense reventó la resistencia bética con una actuación antológica en el cuarto final. No solo rescató al Baskonia a base de triples, sino de una intensidad contagiosa y desesperar a los bases visitantes con su ardor. Con Shengelia y Polonara en pista, el equipo también generó más espacios en ataque.
BLOQUEO MENTAL La sombra de otra sorpresa desagradable merodeó con fuerza en el Buesa Arena durante tres largos cuartos. Pese a la ausencia de Slaughter, la disciplina táctica del Betis y los tiros abiertos de Whittington metieron el miedo en el cuerpo a un anfitrión incapaz de reivindicarse en una jornada teóricamente de guante blanco.
vitoria - Quien no viera el partido, pudo pensar que fue una sesión de baño y masaje ante un rebelde Real Betis. Pues bien, nada más lejos de la realidad. El Baskonia se reencontró con la victoria tras cuatro derrotas consecutivas, pero su grado de angustia para desembarazarse de un modesto de la ACB adquirió tintes sangrantes durante 35 minutos convertidos en una película de terror. Ahora mismo no está el maratoniano azulgrana para grandes alardes ni exhibiciones corales, sino para sobrevivir a base de corazón e impulsos individuales. Ante sus débiles constantes vitales, lo inestable de su engranaje y el absentismo laboral de algunos jugadores a años luz de lo esperado, cada partido es una pedregosa travesía por un desierto repleto de obstáculos.
Ni siquiera en una jornada que se presuponía de guante blanco aparecieron los ansiados brotes verdes. Obligado a saturar de minutos a varios titulares y sostenido por el superlativo despliegue físico de Pierria Henry, que entró en erupción desde la línea del 6,75 en un volcánico cuarto final y salvó los muebles, el Baskonia quebró ayer por fin su pésima racha. Eso sí, lo hizo con un triunfo más laborioso de lo esperado y un suspense ciertamente impensable que tan solo es fruto de su bloqueo mental, la ansiedad por ver cómo las cosas no salen de la manera ideal y esa falta de confianza que lastra sistemáticamente sus evoluciones.
El base estadounidense, atenazado en varias fases a la hora de lanzar, rescató de la tumba a un Kirolbet inmerso en una dinámica preocupante. Y lo hizo explotando una virtud de la que no suele hacer gala pero en la que sí o sí tendrá que hacer progresos a pasos agigantados. Tanto le flotaron sus pares para permitirle el lanzamiento exterior que en el último cuarto perdió por fin el miedo y evitó males mayores. La eficacia de su sospechosa muñeca, con varias dianas decisivas que dispararon los dígitos alaveses, detuvo la sangría y permitió al personal quitarse un peso de encima. Bien secundado por el liderazgo de Shengelia y la inesperada aparición de Polonara, Henry capitaneó un triunfo poco convincente que no despejó ninguna de las muchas dudas que se ciernen alrededor del Baskonia.
siempre contra las cuerdas Hizo mella en un Betis huérfano de su estrella (AJ Slaughter) el paulatino cansancio, Perasovic tomó por fin una determinación sensata para variar el rumbo del encuentro como la apuesta por dos cuatros y una providencial lluvia de triples -un total de siete- devolvió las aguas a su cauce. Antes de que el Kirolbet impusiera la lógica aplastante, se vio contra las cuerdas en varias ocasiones. Oliver abrió las hostilidades en el último cuarto con una canasta asombrosa que elevó el 52-61 al marcador, pero ahí murió un visitante falto de gasolina para rematar su óptimo trabajo.
Todo hacía indicar que la visita de un humilde como el Real Betis serviría para reconciliarse con el buen juego, pero a este melancólico Baskonia cualquier encuentro se le atraganta. Pese a verse privado de la estrella que guía su camino esta temporada, el conjunto sevillano paseó por momentos una altanería sonrojante en el Buesa Arena. Las ocho pérdidas y el ínfimo acierto triplista (1 de 9) del primer cuarto retrataron el mal momento de un anfitrión incapaz de escapar de las arenas movedizas en las que se sumergió desde los albores en una tarde soporífera.
Aun con sus terribles limitaciones, el Betis ahondó durante casi todo el choque en el preocupante caos azulgrana de los últimos tiempos. Le bastaron unas buenas dosis de disciplina táctica a la hora de flotar descaradamente a Henry o Shields, un inteligente control de partido a cargo de Sipahi y el incombustible Oliver o los incesantes puñales del francotirador Whittington -invisible para Eric- para instalar la zozobra en un escenario incrédulo ante lo que estaban presenciando sus ojos.
Cuando peor pintaban las cosas y la sombra de otro batacazo merodeaba en la cancha de Zurbano, emergió la providencial figura de Henry. No solo resolvió con sus triples o el altísimo ritmo que imprimió al equipo, sino que transmitió su contagiosa energía al resto vaciándose atrás y metiendo manos en todas las posesiones béticas. El uno natural de Virginia se convirtió en el salvador que achicó agua y levantó el ánimo de un Baskonia que, al menos, encontró la ansiada liberación.
Le flotaron de forma descarada durante todo el partido hasta que en el último cuarto perdió el miedo a lanzar y rescató al Baskonia con un pletórico acierto. Sobresaliente en otras facetas.