Vitoria - La gestión de las emociones es una cuestión compleja cuando no se tiene una gran experiencia en partidos de la máxima trascendencia. En este Baskonia hay mucho talento y algunos jugadores harán carreras extraordinarias incluso al otro lado del charco, pero aún les faltan horas de vuelo a máxima altitud. El equipo vitoriano regresó de Moscú con la posibilidad de resolver su presencia en la Final Four al amparo de una afición que nunca la falla y, a la hora de la verdad, ayer la responsabilidad de ganar le acabó pesando en exceso en los minutos decisivos del último cuarto en los que se acabó resolviendo el triunfo del CSKA, que logró echar hielo sobre la ilusión de los 12.837 baskonistas que asistieron ayer al Buesa Arena.

Si los equipos tienen su calentamiento antes del partido, la grada entró en calor con la presentación de los contendientes. Primero, con la pitada de rigor e intensidad a un Dimitris Itoudis que cada vez que habla sube el pan. De seguido, el espectacular recibimiento a un equipo que sintió de cerca ese ambiente excepcional de una Marea Roja que elevó sus bufandas hacia el cielo persiguiendo el gran sueño baskonista.

El problema es que el CSKA es uno de esos equipos que no se arrugan ante la presión ambiental. Será la costumbre de parecer visitante en su propia cancha, gélida en la grada como pocas. Y esa frialdad le inyectaron los moscovitas al Buesa Arena con un arranque pleno de efectividad en el ataque y con una seriedad defensiva enorme que maniató al Baskonia, que con el peso de la responsabilidad sufrió también de tembleque en la muñeca en un primer cuarto que rebajó en muchos grados el calor de la afición con un 18-28 demoledor.

El acierto en el lanzamiento de Hilliard y el carácter batallador de Poirier elevaron de nuevo la temperatura, pero cada vez que el termómetro amenazaba con desbordarse los rusos aplicaban el hielo del tiro de tres que les permitía silenciar unos segundos la caldera, que incansable volvía a arremeter con empeño de nuevo al siguiente ataque en ese toma y daca con el que se cerró la primera parte.

Tras el descanso, punto a punto el Baskonia se fue metiendo en el partido y la grada le dio ese empujón que requería. Atronando los sones del Equipo A o el Ikusi Mendizaleak, el Buesa Arena explotó con el salvaje mate de Voigtmann por encima de Hunter, al que le forzó encima la falta. Poco después, la quinta falta del pívot americano y sus continuadas protestas despertaron el clamor reclamando la técnica.

En todo caso, con tres puntos abajo al inicio del último cuarto el partido estaba muy vivo. De nuevo, las bufandas al cielo persiguiendo un sueño. Más aún cuando Janning empató el partido con un triple y de seguido acertó de nuevo desde el perímetro para situar al equipo por primera vez en ventaja desde el salto inicial. De Colo, renacido en este tercer partido, era el que enfriaba los ánimos con sus canastas y el que al mismo tiempo calentaba de nuevo al pabellón con su rifirrafe con Shengelia saldado con técnica. Lo tenía el Baskonia en sus manos y la afición lo sabía, pero el calor del ambiente se trasladó a unas cabezas que debían mantenerse frías. Muchos errores, demasiados ante un rival de semejante calibre. La presión de ganar para poner el 2-1 en la serie pesó en exceso. Mañana se peleará por regresar a Moscú.