- Mates entre pinceles. Así podría definirse la vida de Jeremy Evans. Nacido el 24 de octubre de 1987 en Crossett, Arkansas, el jugador estadounidense del Darussafaka -que esta tarde se mide al Kirolbet Baskonia- divide su tiempo entre su actual profesión, el baloncesto, y la que aspira a que lo sea cuando cuelgue las zapatillas, las artes gráficas. Una dualidad que, evidentemente, le convierte en un rara avis. Puesto que si ya es difícil reunir las capacidades que permitan brillar en una disciplina, tener el don para poder destacar en dos supone algo realmente extraordinario. Más aún teniendo en cuenta los ámbitos absolutamente diferenciados a los que pertenece cada una de ellas.
Sin embargo, el ala-pívot de la escuadra turca ha sido capaz de compaginar con éxito sus dos grandes pasiones. Por un lado desarrollando una interesante carrera sobre el parqué a uno y otro lado del Atlántico y, por otro, conservando su contacto habitual con la pintura. “Comencé a dibujar a los cinco años y en el colegio ya me di cuenta de que tenía talento para ello. Me lo tomé como un desafío y poco a poco he ido mejorando y haciendo más cosas. En el instituto empecé a pintar y cuando viajo -sobre todo a sitios en los que no suelo estar- me gusta visitar galerías de arte y descubrir el arte callejero, así que procuro estar atento a todo lo que se cuece”, confiesa
Pero Evans, que este curso vive su bautismo en la Euroliga, ha logrado ir incluso un paso más allá para ser capaz de unir en un mismo escenario sus dos talentos. Sucedió en concreto en el All Star de la NBA del año 2013 celebrado en Houston. Tras haberse impuesto en el concurso de mates disputado un año antes en Orlando, el actual jugador del Darussafaka defendía su corona de rey de las volcadas. Pues bien, en uno de sus intentos, se elevó hasta machacar de manera espectacular el aro por encima de un lienzo que reposaba tapado sobre un caballete. Tras completar la acción y con el público puesto en pie, retiró la tela que cubría el cuadro para descubrir una obra suya. Un autorretrato en el que se le veía ejecutando un mate idéntico al que había realizado unos segundos antes. La performance, no obstante, no le sirvió para revalidar el triunfo y en esta ocasión debió conformarse con el segundo puesto.
Este ejemplo refleja con claridad el indisoluble vínculo que Evans siente con el baloncesto y la pintura. “Está claro que quiero dedicarme a algo artístico cuando deje de jugar. Me gustan mucho los coches y trabajar al aire libre así que probablemente mi futuro pase por hacer diseños para pintarlos y poder combinar ambas cosas”, reflexiona.
De momento, a sus 31 años, aún le queda cuerda para rato sobre el parqué. Tras desarrollar la mayor parte de su carrera en Utah Jazz y vivir un breve bautismo europeo en el Khimki, este curso lidera al Darussafaka -farolillo rojo de la Euroliga- siendo su jugador más valorado (11,6 de media), el mejor reboteador (5,8) y taponador (1,2) y el segundo en minutos jugados (25,42) y anotación (8,2).