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El triunfo de la fe. Hace meses hubiese sido imposible ganar un partido de estas características. Tras verse 14 puntos abajo, el Baskonia obró una remontada pletórica. La labor del croata sigue siendo impecable. Ha conseguido sacar el máximo jugo a un grupo escaso de efectivos, ha reanimado a jugadores faltos de confianza y tiene al equipo enchufado para sellar el billete hacia el ‘Top 8’.

Raza y sangre fría. La noche pintaba muy mal tras una primera parte en la que un desatado Mike James (17 puntos) hizo lo que quiso sobre el Buesa Arena, pero el Baskonia cambió la inercia paulatinamente hasta destapar las débiles costuras de un Armani que se autoinmoló con siete tiros libres fallados en el último cuarto.

Trabajo coral. El Kirolbet se nutrió de la ayuda de numerosos jugadores a la hora de la verdad. La firmeza de los dos bases, que se asociaron a la perfección con Poirier en el ‘pick and roll’, el empuje de un volcánico Shields, la calidad de Voigtmann, el destajismo de Ilimane y el dominio final del poste francés certificaron un triunfo de un valor incalculable.

vitoria - Botín completo y felicidad plena en un Buesa Arena donde todo salió a pedir de boca. En una noche que amenazaba ruina ante el diáfano dominio del Armani hasta el intermedio, el Baskonia terminó extrayendo petróleo y refrendando su condición de superviviente hasta en las más adversas circunstancias. No solo reaccionó a tiempo para darle la vuelta a un partido tiranizado por los lombardos durante la primera mitad, sino que se llevó el premio añadido del basket average tras ese triple final lanzado por Mike James que fue escupido por el aro y precedió el suspiro de alivio en las gradas.

Entre la descomunal raza de un Kirolbet falto de efectivos pero sobrado de pundonor y las terribles concesiones del equipo transalpino, que se permitió el lujo de desperdiciar siete tiros libres en el cuarto final -cuatro a cargo de Jerrells, dos del propio James y otro de Cinciarini-, la cancha de Zurbano asistió a un desenlace embriagador que permite a los alaveses ascender hasta la séptima posición. Un escenario idílico que nadie hubiese sospechado semanas atrás cuando las lesiones de piezas capitales golpearon de lleno a un equipo abandonado por las altas esferas. Cuando todo hacía indicar que el Baskonia se derrumbaría, ha emergido un amor propio a prueba de bombas y el triunfo de ayer puede tener un valor incalculable para inmiscuir la figura por tercer año consecutivo en el cruce previo a la Final a Cuatro.

Tras verse sometido con claridad en los veinte minutos iniciales, donde Mike James exhibió su pegada mortal de necesidad, la tropa alavesa revivió gracias a ese espíritu competitivo que le ha inoculado Perasovic. Se asentaron con firmeza ambos bases sobre la pista, Shields insufló energía desde el puesto de tres, Voigtmann dejó pinceladas de calidad con un grado de confianza pocas veces visto en los últimos tiempos, Ilimane levantó un muro en defensa para cambiar muchos tiros y en última instancia apareció un inconmensurable Poirier para poner los clavos al ataúd de un Armani en clara línea descendente. La conexión de Huertas -el más listo de la clase que subió la última canasta al marcador- y Vildoza con el gigante francés en el pick and roll terminó de certificar el meritorio triunfo azulgrana. Entre medias, el Armani cavó paulatinamente su tumba con un carrusel de errores desde el tiro libre.

mike james, de héroe a villano La defensa sobre los talentosos exteriores de Pianigiani dejó bastante que desear en los albores del duelo y el Baskonia se vio obligado a remar contracorriente frente a un visitante de gatillo fácil que jugó con excesiva facilidad y apenas vio embarrado el terreno para desplegar sus armas habituales. Entre las numerosas vías de agua destacó la falta de energía de los hombres de perímetro en el uno contra uno.

El vértigo de James, desatado a lo largo de una primera parte donde se fue hasta los 17 puntos, careció de antídotos en las filas azulgranas. Precisamente dos bombas consecutivas del estadounidense encendieron todas las alarmas antes del intermedio (35-49). El Kirolbet necesita urgentemente aire fresco, pero el testimonial retorno de Garino en las postrimerías del primer cuarto no ayudó en exceso a la hora de oxigenar un grupo escuálido y carente en varios tramos de la intensidad de días precedentes. El argentino, un visto y no visto que apenas aguantó un minuto y medio en pista, ni siquiera manchó la estadística y evidenció su falta de tono físico.

La tónica varió sobremanera tras el descanso con un Baskonia más enchufado y empeñado en capear el temporal con una energía sensiblemente superior. La ostensible mejoría vitoriana contrastó con la pérdida de rigor del Armani, en el que James pasó de ángel a demonio. El ataque lombardo se vio frenado en seco en un tercer cuarto redentor que encendió los ánimos de la grada. Pese a la atípica pareja interior local (Shields-Ilimane) o algunas pérdidas infantiles que estrecharon el marcador, el conjunto alavés resistió con entereza y en el epílogo acreditó la sangre fría imprescindible para salvaguardar su integridad como local. En definitiva, un nuevo subidón que allana un poco más el camino hacia el selecto grupo de los privilegiados.

Estuvo ausente durante muchos minutos en plena remontada azulgrana, pero su tiranía bajo los aros en el epílogo resultó fundamental. Se asoció de forma magistral con los bases.