El Baskonia afrontaba ayer una auténtica misión imposible en Estambul y a punto estuvo de emular a Tom Cruise a la conclusión de los cuarenta minutos de juego. Porque el conjunto vitoriano se quedó cerca, muy cerca, de obrar un milagro con el que prácticamente nadie contaba. En una de sus comparecencias más sólidas y solventes de toda la temporada -más todavía teniendo en cuenta la enorme precariedad con la que se presentó en la ciudad turca-, la escuadra azulgrana rozó la gesta con la punta de los dedos y únicamente el enorme potencial de un adversario que comanda la clasificación con puño de hierro le privó de lograr una victoria por la que entregó hasta la última gota de sudor.
Nada se le puede reprochar a un combinado que, pese a competir en evidente inferioridad, no bajó los brazos en ningún momento y durante muchos minutos mantuvo el pulso de igual a igual con la estelar tropa que comanda Zeljko Obradovic. Un escenario que el Baskonia ya dejó claro con su puesta en escena en el encuentro. Lejos de comparecer amedrentado por la dificultad de la contienda y los enormes problemas que padece, el cuadro vitoriano exhibió un inesperado aplomo. Pese a que el Fenerbahce arrancó con una estadística casi perfecta y apenas cometió errores en el cuarto inicial, los visitantes fueron capaces de mantener ese elevado listón y evitaron una escapada turca en el marcador que podría haber supuesto la prematura sentencia para sus aspiraciones.
Es verdad que en esos compases iniciales la defensa no fue precisamente de la máxima intensidad pero no lo es menos que la escasez de recursos disponibles obligaba al Kirolbet a proteger a sus elementos más valiosos para poder utilizarlos durante el mayor tiempo posible. Así, el marcador registró una inesperada igualdad (27-25) cuando se alcanzó la primera de las pausas reglamentarias.
En el segundo acto el encuentro discurrió por unos cauces muy similares. El conjunto local llevando la iniciativa en el juego y el resultado pero sin conseguir despegar definitivamente a un adversario que respondía a cada golpe con otro de muy parecidas proporciones. Shavon Shields reclamó el papel protagonista de la contienda y el equipo se apoyó en su notable contribución (mostrando su amplio repertorio con canastas de todos los tipos) para mantenerse dentro del encuentro.
Mantener el pulso al Fenerbahce resulta más que complicado para cualquier rival en condiciones normales, por lo que todavía tiene más mérito lo conseguido ayer por el diezmado Baskonia que compareció en el Ulker Sports Hall. Sin embargo, todo el que se enfrenta al gigante turco sabe de antemano que, en algún momento, llegará el casi siempre letal zarpazo de un depredador que no conoce la misericordia. Y este devastador ataque se produjo en el tercer cuarto.
Tras alcanzar el descanso siete puntos por detrás en el marcador (48-41), el Baskonia se vio sometido a su regreso de los vestuarios a un huracán que amenazaba con destruirle. Con una estructura de cuatro pequeños (Perasovic prefirió situar a Shields de cuatro en lugar de dar la alternativa a Penava mientras descansaba Voigtmann), el cuadro vitoriano fue bombardeado desde el exterior. El Fenerbahce cargó el juego sobre sus interiores y estos sacaron una y otra vez la pelota para encontrar a sus letales tiradores liberados. Como consecuencia, cinco triples consecutivos (tres de Guduric, uno de Datome y otro de Sloukas) y la máxima diferencia del duelo (69-48) a falta de cinco minutos para el final de este periodo.
Se antojaba el inevitable punto final a la resistencia azulgrana pero, una vez más, el plantel de Velimir Perasovic demostró que dispone de carácter y arrestos suficientes para cubrir las múltiples deficiencias que arrastra. De esta manera, conservó la fe en sus posibilidades de escapar de un aparente callejón sin salida y le dio continuidad a los aspectos positivos que había tenido su juego hasta entonces. Además, recuperó para la causa a algunos jugadores que habían estado desaparecidos hasta entonces.
Así, fue capaz primero de detener la hemorragia masiva para arrancar el cuarto definitivo solo diez puntos por detrás (75-65) y, después, apretar el acelerador cuando percibió un inesperado nerviosismo en su oponente. Con el dúo Shields-Hilliard llevando la iniciativa en esta fase de la contienda, el Baskonia consiguió meter el miedo en el cuerpo a un Fenerbahce que creía haberlo enterrado hacía tiempo. En apenas siete minutos le endosó un increíble parcial de 11-31 que devolvió la máxima igualdad al luminoso y se encontró de nuevo con las opciones de llevarse un triunfo casi histórico. Unas posibilidades que comenzaron a evaporarse con la antideportiva señalada a Poirier sobre Vesely a 3.59 del final y con 85-83 en el marcador. En ese epílogo la mayor frescura local terminó por imponerse y se cumplió el guión previsto pero el Baskonia, eso sí, estuvo cerca de obrar el milagro.