Vitoria - El Kirolbet Baskonia está viviendo una temporada de enormes bandazos. Tan pronto la sonrisa aparece en su cara como su rostro se tiñe de amargura. Tanto el equipo como los aficionados se encuentran sumidos en una montaña rusa anímica, un constante subir y bajar que se ha convertido ya en tendencia del curso, sobre todo en esa competición que centra toda la atención que es la Euroliga. Tras la victoria memorable que hace apenas quince días vivió el Buesa Arena contra el CSKA y que encontró su continuidad, cosa rara, con los triunfos a domicilio en las canchas de Maccabi y Gran Canaria le sobrevino el pasado jueves el varapalo en el pabellón vitoriano contra el Barcelona. Justo cuando el equipo ahora dirigido por Velimir Perasovic parecía haber driblado su mal arranque en la competición continental -el que se llevó por delante a Pedro Martínez y comprometió sobremanera la clasificación para el Top 8-, un nuevo torpedo en su línea de flotación compromete el objetivo mínimo y deja en el entorno un nuevo hundimiento anímico en esta particular montaña rusa de sensaciones en la que se encuentra el equipo.

Con esa serie de tres victorias consecutivas, siendo además dos de ellas a domicilio, el Baskonia había conseguido sobreponerse, al menos en parte, a un arranque de temporada en el que sufrió muchas derrotas y en el que el calendario no acompañó nada. El subidón inicial que supuso el triunfo en la pista del Zalgiris fue seguido de tres tropiezos consecutivos ante Olympiacos, Real Madrid y Bayern. La aspirina que supuso ganar al Darussafaka fue de efecto muy limitado al llegar después otra secuencia de tres partidos sin sumar, ante Fenerbahce, Buducnost -la tumba de Pedro Martínez- y Milano. Ya asentado un Perasovic que se estrenó en la cancha transalpina, tras ganar al Panathinaikos y caer en la cancha del Efes llegaron esos tres éxitos encadenados que enfilaron al equipo hacia el Top 8. El punto de máxima alegría justo antes del varapalo sufrido ante el Barcelona, más aún teniendo en cuenta que en el tramo final del tercer cuarto el equipo vitoriano disfrutaba de una ventaja de nueve puntos que parecía ya definitiva. El bajonazo tras la remontada protagonizada por los pupilos de Svetislav Pesic fue importante.

Tras este tropiezo, el equipo de Perasovic viaja ya al límite. Un factor muy importante en la Euroliga para los equipos que pelean por estar en las eliminatorias de cuartos de final es el balance entre los partidos en casa y los disputados a domicilio. Con sus tres victorias como visitante, los azulgranas compensan otras tantas derrotas en el Buesa Arena, por donde ya han pasado la mayoría de los equipos más poderosos y quedan muchos duelos directos en la segunda vuelta que se antojan definitivos. Eso sí, para llegar con opciones de clasificación a ese tramo final en el que ocho de los trece partidos son en la capital alavesa se antoja como decisivo volver a la zona alta de esta montaña rusa de sensaciones en al menos una de las tres siguientes salidas. Y no es sencillo cuando en el horizonte aparecen Khimki, Fenerbahce y Olympiacos.