Directo al abismo. Transcurren las jornadas y continúa sin llegar ese ansiado rayo de luz que permita divisar un horizonte ilusionante en la Euroliga. El Baskonia regresa de Estambul con otra sonada decepción en su equipaje. Se resisten las victorias de calidad que varíen la inercia tan negativa dentro de la máxima competición continental. El problema radicó nuevamente en la sensación de inoperancia e impotencia en otro test de máxima altura. El Efes paseó una suficiencia atroz para hincar el diente a un maratoniano azulgrana frágil, tierno y demasiado pequeño para salir airoso de otra cruenta batalla.

El Top 8 se mantiene a solo dos victorias de desventaja, pero las sensaciones siguen sin invitar a nada positivo. Las carencias se mantienen inalterables por mucha cirugía en el banquillo. Ni Pedro Martínez ni Velimir Perasovic ni el mayor lumbreras del planeta pueden alterar un decorado de lo más sombrío. Tras gastar el comodín del cambio de entrenador, empieza a cundir la certeza de que los males azulgranas tienen su génesis en la pésima construcción de una plantilla con excesivos bultos sospechosos. Más allá del temporero que debe cubrir el vacío dejado por la lesión de Garino, urge algún cambio de forma inminente para que el trayecto continental del Kirolbet no se convierta en una pesadilla. Su angustiosa situación no deja margen a la duda acerca de la necesidad de agitar el árbol.

De nuevo a remolque durante casi los cuarenta minutos y a merced del talentoso perímetro turco, el Baskonia desperdició la enésima oportunidad para reengancharse a la pelea por el Top 8. Lastrado por un carrusel de pérdidas groseras que allanaron sobremanera el camino al Efes en el peor momento, el absentismo de jugadores desaparecidos en combate que están agotando la paciencia del personal ?léase Vildoza o Shields?o la escasa presencia en pista de Shengelia ante sus incesantes problemas con las faltas, el conjunto vitoriano se quemó con justicia en la caldera del Sinan Erdem Dome.

engordar para morir Frente a un anfitrión sostenido por la excelsa calidad de Micic, Beaubois o Simon, el Baskonia protagonizó ráfagas de buen juego, dominó con amplitud el rebote y resistió durante muchos minutos las volcánicas embestidas locales. Sin embargo, volvió a quedarse corto y circuló con la lengua fuera ante la escasez de efectivos enchufados. De nada sirve hacer la goma cuando enfrente aparece un rival confiado en sus posibilidades e inteligente a la hora de hurgar en unos puntos débiles de sobra conocidos.

El Efes nunca estuvo agobiado ni sintió realmente el miedo en el cuerpo pese a las escuálidas ventajas azulgranas (36-37 ó 59-60). A la hora de la verdad, fue engordar para morir porque la velada de Estambul se convirtió en un calco de lo vivida semanas atrás en Milán y reprodujo las pesadillas de jornadas precedentes con un Baskonia voluntarioso pero falto de robustez y solvencia en las facetas básicas de este juego.

Cada acercamiento vitoriano siempre dio paso a algún sinsabor en forma de balón perdido, defensa de plastilina o error mayúsculo en las filas alavesas. El intercambio de canastas resultó a todas luces frustrante ante un anfitrión cuyo único lunar estuvo centrado en el pésimo estado de Larkin, un jugador al que nadie reconoce en la actualidad tras su reciente etapa de esplendor en Vitoria. Pese al oxígeno brindado por Voigtmann, la estabilidad de Granger, el colmillo afilado de Janning, la incandescencia de Hilliard o los fogonazos de Huertas, el combinado alavés volvió a descoserse y desangrarse con excesiva facilidad.

El desgaste de ir siempre por detrás en el marcador no hizo más generar desconfianza y ansiedad. Tras un triple de Janning que supuso la última bocanada de esperanza (88-83), el Baskonia vivió un baño de realismo en los dos minutos finales y quedó cercenado el sueño de profanar la cancha otomana. Previamente una polémica técnica decretada a Granger por flopping también encendió los ánimos de Perasovic y los jugadores. Las matemáticas permiten mantener la ilusión, no así la entereza anímica del grupo ni las carencias de un roster que pide a gritos fichajes en busca del salto cualitativo. En un club con la ambición por bandera y en la temporada más importante de la historia reciente, sorprende más que nunca la parálisis de las altas esferas. l