Para poder obtener la victoria en cualquier batalla resulta fundamental disponer de un ejército lo más amplio posible y, cuando menos, que todos sus integrantes comparezcan en el campo de batalla y no se produzcan deserciones que faciliten el avance enemigo. El deporte en general y el baloncesto en particular no deja de ser en cierta manera una reproducción de esta situación y, por ello, los equipos más poderosos acostumbran a ser aquellos que son capaces de reunir una plantilla más rica en cantidad y calidad. Claro que esa teoría debe llevarse a la práctica después sobre el parqué. Algo que no fue capaz de realizar ayer el Baskonia en Estambul.
Y desgraciadamente no se trata de la primera vez que ocurre desde que arrancó la temporada. Más bien al contrario, parece haberse convertido en uno de los grandes lastres del combinado azulgrana, incapaz de conseguir que todos sus integrantes se acerquen simultáneamente a su nivel óptimo de rendimiento.
Un problema que se torna mucho más peligroso cuando, como en la contienda de ayer ante el Efes, las posibilidades de la escuadra de Zurbano ya están mermadas desde antes del inicio de la contienda. En un caso por el siempre incontrolable capricho del destino, que decidió enviar a la enfermería a Garino por una lesión en su rodilla. En otro, bastante más difícil de explicar, por la nula aportación del bosnio Penava, que en los últimos encuentros ni siquiera ha viajado cediendo su puesto en la expedición a Miguel González.
Con esas dos ausencias ya de entrada, un equipo como el Baskonia no puede permitirse más desapariciones si desea tener opciones de éxito y, desgraciadamente, ayer sufrió varias. La más inesperada sin duda la de su capitán, Toko Shengelia, que vivió una tarde negra muy mediatizada por las faltas personales. Pero especialmente preocupantes, por recurrentes, son las de Shields y Vildoza. El estadounidense, único tres sano del equipo, solo actuó siete minutos mientras que el argentino acabó con -1 de valoración tras trece en pista. Ambos se están convirtiendo en agujeros cada vez más grandes en el cuerpo azulgrana, por los que se desangra peligrosamente.