El Baskonia mostró ayer en Madrid dos caras bien distintas, tan antagónicas como la noche y el día. Y fue el ocaso de un jugador el que provocó las tinieblas en el juego baskonista. La lesión de Johannes Voigtmann poco antes del descanso, al que se llegó con un empate a 52 que reflejaba el festival anotador de los dos primeros cuartos, sumió al equipo en una dinámica totalmente opuesta a aquella con la que arrancó el duelo.

El intercambio de canasta y el duelo de tiradores del primer acto dio paso en un aciago tercer cuarto a una concatenación de desajustes, tiros fallados y rebotes que se escapaban de las manos azulgranas para convertirse en puntos fáciles para los hombres interiores de Pablo Laso en un tercer cuarto que prácticamente dejaba el triunfo en el WiZink Center y ponía el 1-1 en la final antes de traer la serie al Buesa Arena.

Con minutos para hombres como Malmanis y quintetos inhabituales en cancha, los de Pedro Martínez trataron de contener la sangría y mantenerse en la pelea en un difícil equilibrio entre la vergüenza torera para maquillar un marcador que finalmente reflejó un asumible 98-91 y la frialdad de comenzar a pensar ya en el tercer combate. El domingo es la cita y, a la espera de conocer el estado físico del poste alemán, el Baskonia necesitará todo el apoyo de su sexto jugador: la afición del Buesa.