Algo se intuía Pedro Martínez el pasado viernes cuando advertía, sino aseguraba, que el siguiente duelo ante el Barça -el cuarto de la serie-, iba a mantener la misma dureza que el anterior y que de nuevo los detalles volverían a marcar el final del partido. Acertó de nuevo el técnico baskonista, que en un partido taquicárdico fue testigo de cómo la moneda, esta vez, caía del lado azulgrana. Sumó más y mejor Baskonia en la prórroga y alcanzó el equipo vitoriano la final por el título de Liga ocho años después. “Lo hemos hecho fatal en los últimos dos minutos. Estoy dolido conmigo mismo porque los jugadores han perdido varios balones, cierto, pero no he sido capaz de ayudarles en ese momento con toda la presión que había. Y en la prórroga, el partido se nos ha puesto muy mal, estaba complicadísimo, pero hemos estado bien de mentalidad y no nos hemos dado por vencido. Felicidades a los jugadores por la personalidad que han tenido”, valoró con el temple que acostumbra Martínez.

En la misma línea se mostraron después jugadores como Shengelia, que agradeció el sufrimiento del equipo para alcanzar el objetivo y lanzó un alegato a la mesura. “Nadie dijo que iba a ser fácil, así que el sufrimiento ha merecido la pena. A nivel personal tengo mucha emoción pero el trabajo no está hecho. Hay que contener la emoción y guardarla para la final”. Su compañero Granger no escondió los “numerosos errores” cometidos pero enfatizó que “Baskonia es un equipo que nunca se rinde”, mientras que Vildoza, como un niño con zapatos nuevos en su primer año en Vitoria, zanjó: “Nunca pensé que iba a estar aquí ni alcanzar la final. Tras lo visto parecía que, siendo sinceros, no queríamos ganar el partido, pero al final estuvimos juntos todo el tiempo y logramos revertir la situación”.