vitoria - Para abrir boca, un monólogo hasta cierto punto inesperado. Pudo y debió ser una paliza histórica entre dos plantillas como el día y la noche. Solo es un momentáneo 1-0 y queda mucha tela por cortar como popularmente se dice en estos casos, pero el cielo de una nueva final liguera tanto tiempo después se ha abierto definitivamente para el Baskonia. Gracias a una altanería que ni los más viejos del lugar recuerdan, ayer paseó tal superioridad sobre un abúlico y desnortado Barcelona que la semifinal se ha teñido de color azulgrana a las primeras de cambio.
En medio de una huelga de brazos caídos, la formación culé vivió otra debacle similar a la acaecida en los albores de este año que terminaría propiciando la destitución de Sito Alonso. Sus fantasmas se vieron resucitados ante un Kirolbet que, pese al atracón final, no fue un prodigio de virtudes ni tampoco necesitó destapar el tarro de las esencias para cosechar un holgado triunfo que refrenda su condición de incuestionable favorito en la eliminatoria.
Desde el salto inicial, fue una lucha desigual entre dos contendientes antagónicos en cuanto a espíritu colectivo, dureza, frescura física y recursos baloncestísticos. Ni siquiera podrá escudarse el Barcelona en sus dos sensibles ausencias (Ribas y Oriola) para justificar una actuación tan infame. El Baskonia le atormentó con una facilidad sorprendente tras un partido impropio de una semifinal liguera. Entre dos aspirantes que viven hoy en día realidades opuestas, surgió una velada descafeinada a más no poder en la que los hombres de Pedro Martínez presentaron su candidatura para configurar el cartel de la gran final liguera ante el Real Madrid.
La caricatura catalana fue embestida a toda velocidad por un anfitrión enérgico que dio continuidad a la supremacía paseada en la serie de cuartos ante el Unicaja. Mientras el Kirolbet compareció con sangre en los ojos, su fantasmagórico rival se dejó por el camino muchas toneladas de prestigio. El Barça fue lo más parecido a un juguete roto en manos del ogro vitoriano, que manejó los tempos del duelo a su antojo y pudo permitirse el lujo de dosificar esfuerzos ante la contundencia del marcador.
El Baskonia mandó con puño de hierro ante un forastero errático, abandonado por el acierto y escaso en cuanto a empaque y orgullo. Más allá de la amenaza interior de Tomic en los primeros compases, el músculo de Reynolds o la puntual capacidad atlética de Hanga, una de las soluciones de urgencia improvisadas por Pesic para dar descansos a Heurtel en la dirección, el Barcelona apenas esgrimió recursos en el Buesa. Poco o nada tiene que ver ya el conjunto catalán con aquel que levantó la Copa contra todo pronóstico en Las Palmas y de ello se aprovechó un solvente anfitrión que subió varias marchas su ritmo en unos excelsos minutos previos al intermedio.
garino prende la mecha Tras un tiro libre materializado por Hanga que elevó el 24-23 al electrónico, el Kirolbet desató un vendaval. Entre la contundencia defensiva, la precisión exterior y un puñado de transiciones meteóricas que castigaron el ridículo balance defensivo culé, el partido quedó visto para sentencia. Una descarga letal de necesidad para destapar la fragilidad de un Barcelona carcomido por la baja de sus dos hombres con más carácter pero también desprovisto de alma, lastrado por el absentismo laboral de su brújula (Heurtel), con la aguja de la gasolina en la reserva e incapaz de neutralizar la apuesta local por dos torres (Poirier-Voigtmann) durante muchos minutos ante los problemas físicos de Shengelia.
Al despegue vitoriano contribuyó de manera decisiva uno de los secundarios de Pedro Martínez. El Pato Garino, cuyo virtuosismo ofensivo siempre está cuestionado, se desmelenó con una producción ofensiva ciertamente inusual. El volcán argentino entró en erupción en el segundo cuarto con 11 puntos casi consecutivos, incluidas tres dianas desde el 6,75. Su ardor ilustró lo que ayer fue el Kirolbet: un grupo hambriento, coral, incontestable y lo suficientemente pétreo para desfigurar el rostro al Barcelona con una perfecta estabilidad en ambos aros.
La tensión de la semifinal se palpó en un frío arranque donde ambos protagonistas rivalizaron en errores. Sin embargo, el Baskonia no tardaría en romper la monotonía y lanzarse hacia la yugular de su apocado oponente. La pretensión de Pesic por añadir cloroformo a la velada mediante la estricta orden a sus pupilos de posesiones largas y un ritmo cansino saltó por los aires tras la pertinente fase de tanteo. Pese a sus pérdidas absurdas en los saques de fondo, la autoridad del Baskonia fue indiscutible gracias a una intensidad abrasiva. Para que la fiesta fuera completa, Granger pudo rodarse de cara a futuros compromisos. Mañana, segundo asalto con la imperiosa necesidad de no caer en la relajación y mantener el horno a una buena temperatura.
Dos equipos antagónicos. Mientras el Baskonia compareció con sangre en los ojos y mostró una brillante estabilidad en los dos aros, el Barcelona fue todo lo contrario: un grupo apático, desorientado y huérfano del carácter que le brindan sus dos bajas de ayer (Oriola y Ribas).
Dureza, acierto y ritmo elevado. El Kirolbet dio continuidad a su solvente nivel acreditado en el cruce de cuartos. Su contundencia atrás resultó insoportable para el conjunto catalán, que vivió una pesadilla ante la precisión exterior y el vértigo de los hombres de Pedro Martínez.
Garino, el instigador. Con 11 puntos prácticamente consecutivos, el ‘Pato’ lideró el voraz despegue del segundo cuarto que disipó las dudas.
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Máxima solidez. El técnico catalán no dudó en sacrificar durante muchos minutos a Shengelia ante sus problemas físicos. Su apuesta por las dos ‘torres’ (Poirier-Voigtmann) cerró todos los caminos del aro al Barcelona. Todas sus rotaciones tuvieron sentido, apenas hubo distinción entre el rendimiento de titulares y suplentes e incluso surtió efecto la zona 2-1-2 en algún tramo de la velada.
Su presencia junto a Poirier bajo los aros ayudó a tejer un muro que al Barça le resultó imposible escalar. Buscó el juego de espaldas, se mostró sólido en el rebote y lució su visión de juego.