El Khimki, un peso pesado del Viejo Continente sumido en un óptimo estado de forma, infunde el máximo respeto antes de su visita de este jueves al Buesa Arena en una velada sin margen de error. La sombra de otro gigante amenaza seriamente al Baskonia en su pedregoso camino hacia el Top 8, cuyas actuales apreturas en la máxima competición se deben, en parte, al tenebroso arranque con Pablo Prigioni a los mandos, las dos inesperadas derrotas ante el Armani Milán o también su discreto rendimiento ante los ocho mejores.

Muchos de los partidos ante la flor y nata europea se le están atragantando por completo a un combinado vitoriano con evidentes problemas para dar la réplica al selecto grupo de aspirantes a la Final Four de Belgrado. El bagaje en este sentido no es demasiado alentador con apenas cuatro victorias -solo una de ellas tuvo lugar lejos de casa, concretamente en Kaunas ante el Zalgiris- y nueve derrotas.

Este dato tan negativo, que no constituye una sorpresa ante las carencias de una plantilla azulgrana muy desequilibrada en la dirección y el puesto de cuatro, deja entrever los terribles padecimientos del Baskonia cuando se ve las caras ante los rivales de mayor enjundia. Sobre todo, los que enarbolan la bandera del músculo y el juego extremadamente físico o elevan su listón de la intensidad hasta unos límites insospechados. Del choque contra esas paredes, los alaveses tienden a salir rebotados.

Casi todas esas derrotas han tenido un desarrollo muy similar con desvanecimientos en los momentos cruciales de las contiendas que han frustrado la posibilidad de cosechar un buen número de victorias. Repasada la trayectoria azulgrana, no ha existido ningún tipo de opción en la doble confrontación ante el CSKA y el Fenerbahce. Por su parte, las visitas a los dos gigantes griegos y el Maccabi también se saldaron con derrotas diáfanas. Queda aún por ver cómo se resuelven las llegadas a Vitoria del Khimki, Zalgiris y Maccabi para completar el círculo.

falta de aliento Pese a acabar hincando la rodilla, no siempre el Baskonia se ha visto aplastado por el rodillo de los favoritos. En algunos partidos, ha competido de forma meritoria durante bastantes minutos hasta derrumbarse en el epílogo víctima de su propia falta de oxígeno y los interminables recursos de rivales con más fondo de armario, tablas o dureza. El último cuarto ha resultado terrorífico en más de un ocasión con un maratoniano azulgrana consumido por el esfuerzo.

Tan solo en las veladas donde el viento ha soplado de cara, es decir aquellas en las que fue capaz de conseguir una cómoda ventaja en el inicio y rubricar porcentajes de ensueño desde el 6,75, el Baskonia se ha deshecho de algunos grandes de la Euroliga. Así llegaron las apabullantes exhibiciones ante el Real Madrid (105-75), el Olympiacos (86-54) o el Zalgiris (77-97). Más agónica resultó la victoria por la mínima (85-84) ante el Panathinaikos tras un costa a costa protagonizado por Rodrigue Beaubois sobre la bocina.

Por lo tanto, las reservas ante el Khimki están más que justificadas antes del salto inicial. Puede que el conjunto ruso adolezca de pedigrí para discutir la supremacía de los principales cocos, pero su americanizada plantilla es temible desde cualquier punto de vista. En el plano físico, posiblemente, está varios peldaños por delante del Baskonia, más tras la reciente recuperación del ala-pívot Thomas Robinson.

El próximo adversario alavés no solo vive del talento inagotable de Alexey Shved, sino también de la inteligencia de Stefan Markovic al frente del timón y de la capacidad atlética de varios versátiles jugadores capaces de amoldarse a diferentes puestos. Entre estos últimos, destacan James Anderson, Tyler Honeycutt y Anthony Gill, tres hombres de la máxima confianza de Bartzokas que en muchas jornadas alcanza las dobles figuras. Tras haber estado cuestionado en varios tramos de la temporada, el técnico griego ha sabido reconducir la situación de un equipo que aspira a hacerse un hueco en la reunión más elitista del Viejo Continente.