VITORIA - Cualquier aspirante a los títulos que se precie necesita buenas dosis de liderazgo y una privilegiada cabeza pensante que haga funcionar la maquinaria como un reloj suizo. Los grandes éxitos del pasado del Baskonia siempre han coincidido con la presencia de bases carismáticos en boca de todo el mundo que le colocaron en otra dimensión. Hoy en día, sin embargo, no puede decirse que la estabilidad al frente del timón sea uno de los puntos fuertes del equipo dirigido por Pedro Martínez, cuyas tres batutas no terminan por diferentes razones de hacerse con las riendas del equipo con la eficacia y solvencia que deberían. Han pasado varios meses desde su marcha, pero la sombra de un primer espada como Shane Larkin todavía es alargada en el Buesa Arena.
En el ambicioso boceto trazado en verano por los rectores azulgranas para conformar la dirección del actual proyecto, la pareja soñada estaba integrada por el ahora base de los Celtics y Jayson Granger, apalabrado desde hacía tiempo pese a la rendija abierta para recalar en la NBA si recibía una oferta. Cuando Larkin se dejó seducir por los cantos de sirena de la legendaria franquicia de Massachusets, todo hacía indicar que su vacante sería ocupada por otro timonel con pasaporte yankee. A la postre, craso error.
Finalmente se impuso el criterio de Prigioni a la hora de reclutar a un jugador de su máxima confianza como Marcelinho, que dejó plantado en el último momento al Unicaja para vivir su segunda etapa en la capital alavesa. La tercera pata del banco era Luca Vildoza, que tras un año más de experiencia en el Quilmes estaba ya supuestamente preparado para competir al más alto nivel fuera de Argentina.
Pues bien, transcurrida prácticamente la mitad de la temporada, el Baskonia no puede presumir de haber conseguido el ansiado salto de calidad en una demarcación capital donde se forjan los grandes equipos. Aún no han llegado los momentos calientes de todas las competiciones, pero ahora mismo se desprende una cierta inseguridad del rendimiento de sus tres componentes. Y todo ello pese a que la coincidencia de Granger y Huertas sobre la cancha resultase capital el domingo para frenar la mala dinámica ante un malherido Valencia. Pedro Martínez apostó por ambos timoneles y el combinado vitoriano vio la luz para quebrar la férrea resistencia taronja.
El entrenador catalán fue valiente al liberar al uruguayo de las tareas creativas y éste respondió de forma sobresaliente con una letal capacidad de desborde en el uno contra uno. Las dudas que irradió durante muchos minutos ejerciendo como base dieron paso a un jugador revitalizado en la ubicación de escolta, donde pudo exhibir todo su talento y causar un destrozo al desgastado perímetro levantino.
tres casos diferentes Granger vivió un día de gloria que debe servir para elevar su autoestima tras varios partidos aciagos en los que, a excepción de su interesante conexión con Poirier, naufragó a la hora de suministrar clarividencia y controlar el tempo. Sus problemas físicos en el tobillo, que ya le obligaron a descansar en Milán, tampoco le han ayudado a asentarse como ese base de garantías reclutado por el Baskonia procedente del Anadolu Efes. Algo precipitado e individualista, al charrúa le ha costado encontrar el equilibrio ideal. Entre la posibilidad de dar rienda suelta a su consabida capacidad anotadora y también la imperiosa necesidad de hacer mejores a sus compañeros, se ha quedado a medias.
Si Granger es un jugador llamado a proporcionar grandes noches de gloria a poco que le responda su físico, Huertas es un caso que reviste mayor preocupación. El recuerdo del brasileño de su exitosa primera etapa en Vitoria queda ya muy lejano con un base venido a menos en el plano físico y que sufre horrores cada vez que debe emparejarse con jugadores más rápidos y eléctricos, sobre todo en la Euroliga. A sus 34 años, pasea su inteligencia, su oficio y su saber estar en algunos tramos de los partidos, pero en líneas generales ha perdido la frescura, la explosividad y ese carácter imprevisible que le permitieron dominar años atrás en Europa y dar el salto a la NBA. Si impera la lógica, su rol debería limitarse a dar descanso a Granger, a lo sumo, durante 10 ó 15 minutos.
Por detrás de ambos aparece en un discreto segundo plano un imberbe Vildoza, actualmente dado de baja en la ACB y cuya primera campaña lejos de la zona de confort de su país natal está resultando mucha más dura y traumática de lo que todo el mundo intuía. No es ningún secreto que el argentino, carente de la libertad que le gustaría en la toma de decisiones, aún está muy verde para las grandes refriegas del torneo doméstico y la Euroliga. Apreciado su ostracismo, un préstamo en verano a un equipo de rango inferior en busca de cierta continuidad posiblemente le hubiese venido de perlas para madurar y retornar la próxima campaña a Vitoria como un director mucho más curtido.
Titularidades. Granger ha salido de inicio en 19 de los 30 partidos que ha disputado esta campaña -tan solo se perdió la visita al Armani Milán por sus problemas físicos en el tobillo-. En la Euroliga, el charrúa casi siempre goza de más confianza por parte de Pedro Martínez. Marcelinho ha sido titular en 13 de los 31 partidos entre ACB y Euroliga. Vildoza tan solo fue incluido en el cinco inicial en la velada ante el cuadro transalpino.
Estadística. Los mejores números corresponden de largo a Granger, que promedia 9,2 puntos y 5,5 asistencias en la Euroliga. Huertas presenta mejores registros en la ACB (8,1 tantos y 4,1 pases de canasta) que en el torneo continental, donde sufre horrores ante bases extremadamente físicos. Vildoza es un director de juego completamente intrascendente en ambas competiciones. Si bien ha tomado parte en 16 duelos esta temporada, su bagaje en cuanto a minutos no alcanza los 100.