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Rotación más amplia. Obsesionado con que el equipo no se viniera abajo en los últimos minutos, esta vez puso rápidamente en liza a sus doce jugadores sobre la pista. Confió nuevamente en Voigtmann ante los errores de bulto de Ilimane e incluso devolvió al primera plano a Vildoza. Pese a la derrota final, el Baskonia ofreció otra cara y se marchó de Estambul con buenas sensaciones.
Faltó realmente poco para sorprender a un campeón vulnerable en esta ocasión por todos sus poros, abandonado por sus principales estrellas, golpeado por la lesión de Vesely en mitad del choque y también conmocionado por esa espeluznante caída de Nunnally tras un mate que terminó convirtiendo a Beaubois en el blanco de la ira del Ulker Spors Arena. Un mejorado Baskonia se quedó, a la postre, con la miel en los labios. Su pujanza resultó insuficiente pese a que no solo tuteó y dominó el marcador durante muchos minutos ante un Fenerbahce de lo más terrenal. Incluso revivió en la recta final de la confrontación cuando todo hacía indicar que protagonizaría otro capítulo más de su paulatina pérdida de frescura en los tramos calientes.
Sin embargo, los grandes excenarios y los adversarios tan opulentos como el turco demandan una consistencia superior, esa ansiada perfección que esta vez brilló por su ausencia. La tropa alavesa realizó concesiones imperdonables en ambos aros que le impidieron hacer saltar la banca en uno de las pistas más inaccesibles de la Euroliga. Después de que Voigtmann y Timma estrecharan el marcador con sendos triples (75-73) a falta de tres minutos para la conclusión, el Baskonia careció de chispa, acierto, tablas y personalidad para culminar la proeza. Entre el defectuoso cierre del rebote defensivo, la poca clarividencia para leer la pegajosa defensa otomana y una mala decisión de Beaubois tras un robo de balón, aderezado todo ello de dos graves errores defensivos que alumbraron dos tiros libres de Guduric y una plácida canasta de Wanamaker, se esfumaron las últimas opciones.
Pese a picar piedra y vender cara su piel hasta el bocinazo final, fue una muerte dulce que no dejó el poso de amargura de otros tropiezas recientes. El Baskonia puede y debe extraer conclusiones positivas de su cuarta derrota consecutiva. Compitió de tú a tú ante un rival superior, agradeció la amplia rotación puesta en práctica por Pedro Martínez y contrarrestó la brutal temperatura física del Baskonia con un desgaste sobrehumano. En cambio, volvió a adolecer de una clarividente fuente de alimentación en los momentos complejos con otra actuación sospechosa de Granger y Huertas, incapaces de responder al virtuosismo de Wanamaker. El perímetro azulgrana también malvivió a la hora de contener al letal Guduric, un elemento indescifrable que suplió la pésima actuación de otros pesados del laureado rey Obradovic como Sloukas o Datome.
Se escapó vivo el Fenerbahce, que supo mantener la cabeza fría pese al nerviosismo de su agitada masa social por el estado físico de Nunnally, que encogió el corazón a todo el mundo con una horrible caída en la recta final del tercer cuarto. Tras varios minutos de suspense, el exterior abandonó la pista en camilla con destino a un hospital. Beaubois, que ni siquiera le rozó antes de que iniciara su vuelo hacia el aro, fue abucheado a partir de ese instante por la bulliciosa hinchada local.
arbitraje desconcertante Sobre el papel, el Baskonia acudía al matadero al Ulker Sports Arena, pero su respuesta fue más que notable ante un vigente campeón muy venido a menos con respecto a la pasada temporada. Con el fin de ahuyentar los fantasmas del desfondamiento físico vivido en los recientes últimos cuartos, Pedro Martínez refrescó al máximo al plantel. Regresó el discutido Voigtmann a la rotación interior favorecido por los errores de bulto de Ilimane y también dispuso Vildoza de su cuota de protagonismo en la dirección. Un parcial de 0-10 en la recta final del primer cuarto permitió a la tropa azulgrana despojarse sus miedos iniciales y cerciorarse de que el león turco no era tan fiero como lo pintaban.
Para añadir más pimienta a la velada, el trío arbitral desconcertó a los protagonistas con un criterio cambiante a la hora de sancionar los contactos. Al Fenerbahce únicamente se le señalizaron cuatro faltas en la primera mitad, un hecho insólito en la historia de la Euroliga. Tras el descanso, se le midió con mayor rigurosidad. Fue el tramo en el que el anfitrión elevó al máximo su intensidad y encadenó varios triples para cambiar la inercia de un partido favorable hasta ese instante a los vitorianos. Mediado el último cuarto, las perspectivas de gloria eran escasas (73-63), pero el último arreón del Baskonia metió el miedo en el cuerpo al coco turco. Se marchó al limbo una oportunidad de oro, pero quedan aún balas en la recámara para seguir optando al Top 8.
Imagen más solvente. El Baskonia volvió a ser un equipo sumamente competitivo en un escenario grande, a excepción de algunos minutos tras el descanso en los que su defensa perdió el rigor y se estrelló en ataque ante el muro de hormigón otomano.
Faltó la puntilla. El mal cierre del rebote defensivo, algunos errores producto de la precipitación, la falta de una dirección solvente y la calidad de Wanamaker o Guduric impidieron a los vitorianos rematar su buen trabajo en el bullicioso Ulker Sports Arena.
Anfitrión terrenal. El Fenerbahce, que perdió por el camino a Nunnally por una espeluznante caída y Vesely, se mostró como un rival más terrenal que en el choque de ida celebrado en el Buesa Arena.
Tras el toque de atención ante el Real Madrid, regresó a buen nivel en la jornada de ayer. Buen despliegue físico bajo los aros ante los poderosos interiores locales. Debe seguir esta línea.