Si el inolvidable Don Quijote de Miguel de Cervantes hubiese estado presente anoche en el Sinam Erdem seguramente no habría dudado lo más mínimo en lanzarse al ataque contra Vincent Poirier. Porque si en la obra maestra de la literatura castellana, el hidalgo confundía sin aparente motivo a los molinos con gigantes, ayer el pívot francés ofreció argumentos más que de sobra para ser tomado por uno de estos seres extraordinarios. Así lo demostró con su juego ante el Efes.
El poste galo, llegado este pasado verano al Baskonia sin apenas currículo y como una de esas tradicionales apuestas semidesconocidas de la secretaría técnica azulgrana, se doctoró con honores en la mejor competición continental. Sus números en los veintiséis minutos y medio que estuvo en pista apenas precisan comentario alguno. Impresionan por sí mismos.
A la conclusión de la contienda la estadística de Poirier obligaba a repasarla con atención en busca de algún posible error pero nada más lejos de la realidad. Todo estaba en su sitio. 16 puntos con un 70% de acierto en tiros de dos, 12 rebotes (9 defensivos y 3 en ataque), 5 tapones, 3 asistencias y un robo para un total de 35 de valoración. Una carta de presentación estelar sin duda al alcance de muy pocos.
Es verdad que el francés sufrió por momentos en la zona para contener el poderío de Dunston y Stimac -el serbio capturó 17 rebotes- pero más cierto es que, en el momento de la verdad, terminó por imponerse.
De esta manera, resultó clave para la conquista de la victoria por parte del Baskonia exhibiendo un temple propio de los grandes veteranos. A falta de tres segundos y una décima para el final fue objeto de falta y dispuso de dos tiros libres con el conjunto vitoriano un punto abajo en el marcador (81-80). Los dos únicos lanzamientos que había intentado desde la línea hasta entonces los había fallado pero los que decidieron el partido los anotó sin acusar lo más mínimo la presión.