Otro día más en la oficina como se dice en estos casos. La grandeza de este granítico y pujante Baskonia que ha renacido de la mano de Pedro Martínez es que no precisa alcanzar la perfección con el fin de resolver determinados partidos, sobre todo a nivel doméstico. Jugando a medio gas y con una aplicación justa pero también con la solvencia, el rigor y la pegada exterior que le vienen caracterizando con el técnico catalán al mando de las operaciones, le sobró para imponer la lógica ante un cadavérico Bilbao Basket, un visitante que desprende unas sensaciones horribles y se autoinmoló con una defensa zonal en muchos minutos que abrió la puerta a una cascada de misiles azulgranas desde el 6,75.

En un derbi de guante blanco donde no hubo una palabra más alta que la otra ni tampoco los roces de antaño más allá de ese aislado pique final entre Jones y Mumbrú saldado saldado con una antideportiva para el estadounidense, la superioridad alavesa se plasmó con toda la crudeza del mundo. Ante un visitante en caída libre que solo mostró algo de orgullo en la primera parte antes de desplomarse, el Baskonia hizo los deberes con una profesionalidad extrema y ya totaliza cinco victorias consecutivas en la ACB que dejan a tiro de piedra el pasaporte copero para el Gran Canaria Arena.

Entre dos equipos separados hoy en día por una distancia sideral y con un desigual estado de confianza, el partido respondió a los parámetros esperados. El bloque alavés apretó lo mínimo el acelerador para hurgar en la herida bilbaína e hizo sangre pese a protagonizar fases en las que se sumió en la autocomplacencia. Con una maquinaria engrasada en la que apenas hay distinción entre la aportación de titulares y suplentes, esta vez lo tuvo demasiado fácil ante un rival con nulo fondo de armario -a la baja conocida de su líder Tabu se sumó antes del salto inicial la de Pere Tomás por un problema muscular- y, sobre todo, la autoestima por los suelos.

Un latente desequilibrio de fuerzas que, tras una fase de tanteo inicial, cobró forma en el segundo cuarto, se hizo más patente tras el intermedio con la esperada bajada de brazos del Bilbao Basket y propició incluso que Pedro Martínez dosificara al máximo los esfuerzos entre su plantilla. El Baskonia arrancó al ralentí, pero no necesitó grandes alardes para prolongar el calvario vizcaíno con una espectacular cadencia anotadora.

nada exigido Las grandes ráfagas de luz procedieron de las plásticas suspensiones del elegante Janning y el silencioso trabajo de Jones, un recién llegado a Vitoria que ha sumado desde el primer minuto al engranaje colectivo. Con el paso de los minutos, también se sumaron al festín el multidisciplinar Voigtmann, Shengelia o Huertas. Acaso Granger fue la única nota discordante de la exhibición, en parte mediatizado por sus problemas físicos.

La gélida zona 2-3 de Veljko Mrsic se convirtió en una excusa perfecta para que los francotiradores locales descargasen una lluvia de triples en los albores del duelo. Las cuatro primeras canastas azulgranas en juego llegaron desde el 6,75, un arma de destrucción masiva que anticipó los dolores de cabeza en el bando vizcaíno. Pese a jugar a ráfagas, carecer de contrapuntos interiores que equilibrasen el fuego triplista y sestear más de la cuenta, al Baskonia le bastaron su oficio y calidad para mantener a raya un visitante rebosante de limitaciones. El Bilbao Basket se sostuvo en pie durante muchos minutos, pero acabó en la lona víctima de su fragilidad mental en cuanto los vitorianos dieron una vuelta de tuerca a su intensidad.

La segunda unidad de Pedro Martínez mordió como es costumbre, pero Veljko Mrsic no encontró soluciones en su equipo B. Los múltiples recursos vitorianos contrastaron con la precariedad bilbaína. Solo el veterano Mumbrú, solo ante el peligro, se rebeló ante el poderío de un Baskonia que no levanta el pie del acelerador e invita a soñar con una solidez a prueba de bombas. Si no está exigido en jornadas como ayer, su altanería es si cabe más abrumadora. Como cabía esperar, fue un derbi descafeinado y hasta cierto punto soso entre un candidato a todo y un rival limitado a la pelea por la supervivencia en la ACB.

El día y la noche. El derbi más descafeinado que se recuerda confirmó todos los presagios previos al salto inicial. El Baskonia lo tuvo fácil ante un Bilbao Basket que resistió a duras penas hasta el descanso y bajó los brazos en cuanto los vitorianos dieron una vuelta de tuerca a la intensidad.

Tiradores calientes. Veljko Mrsic plantó a su equipo durante muchos minutos en una tibia zona 2-3 que los exteriores de Pedro Martínez destrozaron con extrema facilidad. La pegada azulgrana desde el 6,75 resultó otra vez mortal.

Profesionalidad extrema. El Baskonia sesteó durante muchos minutos, pero acabó siendo un rodillo que hurgó en la herida de un apocado visitante cuyo futuro es tenebroso este curso.

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De celebración. Los jugadores se empeñaron en que festejara a lo grande sus 800 partidos en la ACB, un hito al alcance de casi nadie. Se tomó el duelo con la máxima seriedad y, prueba de ello, fue la identidad del quinteto inicial. Pudo dosificar a sus hombres más importantes ante la tranquilidad del marcador. Ni siquiera en días plácidos como el de ayer, concede la alternativa a Vildoza.

Destrozó la endeble defensa vizcaína con sus plásticas suspensiones exteriores. Es un tirador voraz y, sin apenas oposición, firmó unos porcentajes de escándalo desde la línea del 6,75.