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Acierto para innovar. Tomó la acertada determinación de colocar a Malmanis como improvisado alero ante los problemas físicos de Timma y el joven valor azulgrana respondió con eficacia. El técnico catalán dosificó durante muchos minutos a los ‘tocados’ Beaubois y Timma. Huertas fue ayer el base más clarividente y le otorgó toda la confianza para que fuera el hombre determinante.

Pustovyi, un dolor de cabeza. El ucraniano, muy superior a Poirier y Voigtmann, causó pavor en la ‘pintura’ y se erigió en un foco de preocupación constante durante toda la matinal.

Sin continuidad. El Baskonia, lastrado por los problemas físicos y obligado a innovar con Malmanis como ‘tres’, ha perdido algo de frescura y brillo en los últimos partidos. La revelación liguera le llevó al límite con un baloncesto repleto de rigor.

Cara en el epílogo. Un providencial rebote ofensivo de Timma, la posterior canasta de Huertas y una excelente defensa de Shengelia sobre Thomas en la jugada definitiva dejaron el triunfo en casa tras una matinal por momentos angustiosa.

vitoria - El Baskonia salió ayer indemne de una peligrosa emboscada. La tendida por la revelación liguera, cuya encomiable pujanza en la presente temporada quedó altamente constatada en el Buesa Arena. En una matinal de perros cuya gélida temperatura exterior se trasladó dentro con la tibieza azulgrana en varias fases, debió exprimirse al máximo una intermitente tropa alavesa que parece haber perdido algo de chispa, solidez y brillo tras el volantazo en el banquillo que le redimió de todos sus pecados.

El Obradoiro de Moncho Fernández le llevó al límite con un descollante faro en la pintura (Pustovyi) que se bastó por sí solo para destapar la candidez de los gigantes azulgranas. El interminable poste ucraniano, al que se le acaba el tiempo en una plaza modesta como Santiago de Compostela y que llama con fuerza a la puerta de un grande, dejó en evidencia tanto a Poirier como Voigtmann. Campó a sus anchas y metió el miedo en el cuerpo al personal hasta límites tan insospechados que el Baskonia no pudo respirar de alivio hasta prácticamente el último suspiro.

Después de un palmeo de Nacho Llovet estableciera el 79-78 a falta de 57 segundos, el partido se decidió a un cara o cruz. Pedro Martínez diseñó una jugada para que el balón acabara en las manos de un valor seguro como Shengelia, pero el georgiano no acertó en primera instancia. El providencial rebote fue a parar a manos de Timma y el Baskonia sí atinó a la segunda para llevar algo de tranquilidad a la grada. Huertas, que dio un paso al frente ante el absentismo de Granger y brindó clarividencia a la dirección, firmó una acción rebosante de valentía y personalidad que ahorró un serio disgusto. Una de sus célebres bombas elevó el 81-78 al marcador y dejó al Obradoiro sin margen de error.

Quedaba todavía una última bala en la recámara para el visitante, cuyo desacierto en el último cuarto desde la larga distancia y cada descanso a Pustovyi permitieron respirar a los alaveses. Shengelia enmendó entonces su error anterior con una estrecha vigilancia sobre el mejor pistolero visitante. Fuera de la línea del 6,75 para buscar el triple que propiciara el tiempo suplementario, Thomas se ofuscó de mala manera y terminó cometiendo pasos. Ahí quedaron sepultadas las últimas esperanzas del cuadro gallego, ajusticiado por la sangre fría de Marcelinho y Janning desde la personal. Sexta victoria a nivel doméstico, cuarta consecutiva, y paso de gigante para asegurar cuanto antes el pasaporte copero en el Gran Canaria Arena.

indulto en la recta final Contagiado por la frialdad del ambiente en ciertas fases, el Baskonia vivió un calvario para deshacerse de un rival que justificó las razones de su solvente trayectoria. Entre su propia irregularidad, el delicado estado físico de algunos jugadores básicos -léase Beaubois y Timma- y el sobresaliente rigor visitante, emergió una matinal antipática y repleta de trampas. Pustovyi se encargó desde el inicio de amargar la existencia a un equipo desangrado otra vez en la pelea bajo los tableros.

El ucraniano, perfectamente coordinado y habilidoso pese a su descomunal talla, se convirtió en un arma de destrucción masiva con sus 14 puntos y una sensación de dominio aplastante sobre Poirier y Voigtmann, diminutos al lado de un interior que circuló a través de una autopista exenta de obstáculos. Con todo, el Baskonia encontró respuestas de peso ante la férrea defensa gallega. El dinamismo de Huertas, el instinto asesino de Janning en el tercer cuarto y el martillo pilón de Shengelia, ofuscado en varios tramos pero también providencial en otros, quebraron la resistencia del visitante, ejecutor de un perfecto plan de partido.

Si el Obradoiro no consumó la faena, fue básicamente por su punto de mira desviado en un puñado de suspensiones mal finalizadas por Thomas, Sabat, Bendzius y compañía. Con once puntos arriba al inicio del último cuarto (72-61), el Baskonia se empeñó en añadir picante a la jornada. Sudores fríos y especie de indulto, a la postre, para un anfitrión obligado a innovar -Malmanis cumplió con nota como alero y se permitió incluso el lujo de anotar un par de triples-, con carencias evidentes en el juego interior y en el que Granger también dio la de arena con decisiones muy desafortunadas. Pese a sus imperfecciones, el equipo vitoriano camina con paso firme hacia los puestos pertenecientes a la nobleza.

Apariciones estelares en el epílogo, muy mejorado respecto a otros duelos y una fuente de alimentación constante para sus compañeros. Aseguró el triunfo con una ‘bomba’ letal.