la de esta noche podría ser una de las últimas ocasiones para el entendido público azulgrana de seguir en directo las evoluciones del fenómeno más mediático surgido en muchos años en el mundo de la canasta. Ni siquiera los legendarios Arvydas Sabonis o Drazen Petrovic ejercieron a este lado del Atlántico una tiranía similar a la de WonderBoy al poco de convertirse en mayores de edad. No hay calificativos ya para definir la plasticidad, la elegancia y el talento infinito de Luka Doncic, cuya todavía corta carrera profesional empieza a entenderse desde la excepcionalidad.

La irrupción de la estrella merengue ha sido definitivamente la más impactante que se recuerda en las últimas décadas. Las previsiones del próximo draft de la NBA, el primero en el que puede resultar elegido al haber cumplido 18 años, le colocan como mínimo entre los cinco primeros. Si se cumple la lógica, el número 1 en la elección de las franquicias estadounidenses debería ser de su propiedad.

Cada partido del Real Madrid es seguido por infinidad de ojeadores, si bien quedan pocos conejos en la chistera por descubrir. Los de un genio tocado por una varita mágica que en su última visita continental a Vitoria con la elástica blanca causó un destrozo irreparable mediante unos números estruendosos (16 puntos, 9 rebotes y 6 asistencias para 30 de valoración) e incluso se ganó algunos aplausos tras una penetración en la que se pasó el balón entre las piernas para dejar atrás a sus pares.

Con cara de niño pero dotado de un físico propio de un baloncestista de élite tras el fuerte estirón dado este verano -ya mide más de dos metros-, las exhibiciones de Doncic van in crescendo tras liderar este verano a su país hacia el histórico oro continental. Subido a una ola de confianza espectacular y como el clásico abusón del patio de colegio que no deja ni las migajas a sus compañeros, el esloveno causa pavor en los rivales.

Sus portentosos números en la Euroliga hablan por sí solos: 21,2 puntos, 6,7 rebotes y 4 asistencias de media para casi 30 de valoración. Mejora a estrellas del calibre de Alexey Shved, Nando De Colo o Bradley Wanamaker, al margen de esa polivalencia inigualable para actuar en cualquier posición exterior.

Con galones para hacer y deshacer a su antojo, Doncic ya es el buque insignia de un Real Madrid al que le ata un contrato hasta junio de 2021. Su cláusula de rescisión asciende a cinco millones de euros, pero nada ni nadie le retendrán en la capital de España si, como así parece, finalmente es el próximo número 1 del draft. El club merengue le ha propuesto un nuevo contrato con una sustancial mejora económica y unas condiciones de salida mucho más flexibles con el fin de intentar retrasar su aventura americana. Cada highlight provoca que su nombre resuene con más fuerza en Estados Unidos para desgracia de Pablo Laso.

“Muchas veces tengo la sensación de que le miro y ya sabe lo que le voy a decir. Eso, con sus años, no es normal. Lo único que le deseo es que mantenga ese hambre, ese deseo por ser cada día mejor. Que no cambie su manera de ser. Tiene un talento innato para el baloncesto, un físico privilegiado, pero lo más importante es su cabeza”, explica el vitoriano, consciente de que es un privilegiado por dirigir a esta joya de un valor incalculable.

Estadística. En los seis primeros partidos promedia 21,2 puntos, 6,7 rebotes y 4 asistencias para una valoración de 29,5. Estrellas como Shved, De Colo o Wanamaker están lejos de él.

Víctimas. Su anotación más baja tuvo lugar ante el Khimki con 12 puntos. Ante el Efes (27), el Olimpia Milan (27), el Zalgiris (28) o el Maccabi (19) destapó el tarro de las esencias.