Vitoria - Es verdad que la temporada todavía se encuentra en sus albores y que resta todavía un largo y exigente camino que recorrer por delante pero no lo es menos que, en todos los encuentros que ha disputado hasta el momento, el Baskonia ha puesto en evidencia algunos problemas importantes que se repiten de manera inevitable. El derbi matinal de ayer ante el Gipuzkoa Basket no fue una excepción y la escuadra donostiarra volvió a sacar los colores a su adversario -sobre el papel infinitamente superior- en, al menos, dos apartados muy concretos, la defensa y el rebote.
En ambos naufragó con claridad el combinado de un Pablo Prigioni que continúa sin dar con la tecla que conduzca a la mejora. Partido tras partido el conjunto del Buesa presenta importantísimas lagunas tanto a la hora de contener al oponente de turno como para intentar controlar los tableros y se traduce en un pesado lastre que cada vez coarta más su capacidad de movimiento.
Parece una evidencia que ambos problemas se encuentran íntimamente relacionados. Y es que el sistema defensivo por el que ha apostado Prigioni desde que tomó los mandos de la nave baskonista implica unos riesgos y desajustes que, al menos hasta la fecha, sus discípulos están siendo incapaces de controlar. El argentino quiere que sus jugadores cambien automáticamente el rival sobre el que se aplican en cuanto comienzan los movimientos ofensivos y eso conlleva que en multitud de ocasiones un pequeño deba defender a un grande y viceversa.
Advertidos de esta situación los adversarios, como ayer el Gipuzkoa, no solo no se ven sorprendidos sino que explotan al máximo a su favor estos desequilibrios. Como quiera que el Baskonia no es capaz aún de aplicar con éxito esta exigente defensa, encaja puntos con una tremenda facilidad. Y, para colmo, cuando los tiros de sus oponentes no entran, es incapaz de coger el rebote, viéndose obligado a defender segundas y hasta terceras opciones con el esfuerzo extra que supone. En gran medida -al margen pérdidas de intensidad y concentración puntuales-, porque los pívots se encuentran alejados de la zona defendiendo a los exteriores rivales mientras que son los pequeños quienes se ven obligados a pelear en inferioridad por los rebotes.
Beaubois fue el héroe final con su providencial costa a costa, pero el ‘cuatro’ georgiano batalló de forma brillante en la sombra para que el Baskonia remontara. 23 puntos, 6 rebotes y 10 faltas recibidas le avalan y le convirtieron en el ‘MVP’ de la jornada.