Mucho que aprender. El de ayer era su primer partido como técnico al más alto nivel y esa inexperiencia quedó al descubierto con algunas decisiones discutibles. La presencia de Voigtmann y Delfino en el último cuarto careció de lógica. El alemán está a años luz de su mejor nivel y el argentino se autoexpulsó. Pese a ello, el equipo ofreció por momentos una excelente imagen pese a las ausencias. Valiente con Malmanis.

Hundimiento de consecuencias funestas. Buena imagen, pero a la postre esfuerzo sin recompensa para un colectivo, eso sí, de trazos muy interesantes. Apagón en el peor momento que tiró por la borda una victoria que parecía en el bolsillo pese al cúmulo de adversidades. Se le hizo demasiado larga la velada a un Baskonia corto de efectivos que no pudo resistir el ritmo en el Palau. Exhausto y con las fuerzas al límite, su último cuarto dejó mucho que desear y permitió la resurrección del Barcelona. Para colmo de males, Hanga se disfrazó de verdugo con una letal canasta que sepultó las últimas esperanzas. El húngaro se erigió en el brazo ejecutor de los culés con esa última penetración, aunque fue Heurtel el verdadero instigador de una derrota sin grandes secuelas.

Para conquistar una plaza como el Palau, toca exhibir una mayor regularidad. Al Baskonia no le valió con unos excelentes primer y tercer cuarto. Sus desfallecimientos en el segundo y en el cuarto pesaron a la postre como una losa. Ya fuera por falta de efectivos, por algunas discutibles decisiones desde el banquillo en plena remontada culé o por el maldito cansancio se le escurrió de las manos un triunfo épico en los minutos finales. En la jornada de su bautismo como técnico, Prigioni purgó con claridad su inexperiencia. La ausencia de Ilimane en el tramo de la verdad, los pocos minutos de Janning o la autoexpulsión de Delfino -su antideportiva y técnica carecieron de lógica- constituyeron un salvavidas para el anfitrión, que liderado por un soberbio Heurtel se fue hasta los 31 puntos en el último acto haciendo estéril el admirable espíritu combativo alavés.

El Baskonia accedió al último cuarto con una renta esperanzadora (56-67), pero entonces se le acabó la gasolina. Su pájara ante el aro rival contrastó con la efervescencia catalana, encarnada en Heurtel o Ribas, otro héroe local en la sombra. El cansancio se apoderó de piezas capitales en el esquema de Prigioni. El acierto exterior de los pupilos de Sito, unido a la lentitud en el balance defensivo, las pérdidas y el cortocircuito en ataque, arruinaron el sueño de protagonizar un debut triunfal en la ACB.

Dio la cara de inicio un Baskonia dinámico y alegre que destapó las débiles costuras defensivas de los exteriores culés. Las bajas obligaron a Prigioni a innovar en el cinco inicial con la sorprendente apuesta por Malmanis, autor de un debut notable. Granger fue un afilado cuchillo con sus penetraciones, Marcelinho halló un equilibrio perfecto a la hora de perforar el aro local y alimentar a sus compañeros, Timma dejó destellos... Sin embargo, la estabilidad alavesa comenzó a evaporarse en cuanto los técnicos llamaron a filas a los suplentes. Sito Alonso encontró más soluciones que el preparador argentino, con escaso margen de maniobra ante la enfermería repleta.

La irrupción de Hanga y Heurtel alteró el decorado de una velada presidida durante muchos minutos por el intercambio de golpes y con errores defensivos de bulto. El base francés revitalizó a un Barcelona con más fondo de armario, amplitud de recursos y también músculo, si bien le costó imponer la lógica. El Baskonia llegó vivo al descanso, pero en el tramo final del segundo cuarto ya dejó síntomas de que el partido se le podía hacer muy largo ante la paulatina pérdida de oxígeno.

Tras el intermedio, volvió a retomar el pulso del partido un visitante de nuevo reconciliado con la solidez y la consistencia. Un parcial de 6-22 silenció el Palau, que no dio crédito ante la incapacidad de sus pupilos para sacar partido del delicado estado físico de los vitorianos. Se apagó Heurtel y, ante el encefalograma plano de su relevo (Pressey), la tropa de Prigioni vio la luz para despegarse en el marcador con una facilidad inusitada. Con el viento a su favor, el conjunto azulgrana chocó entonces contra la cruda realidad. Un cuarto final de auténtica pesadilla, presidido por el martilleo incesante de Heurtel y Ribas, precipitó una derrota que, pese a todo, no empaña una imagen más que notable.

Hasta que le fallaron las fuerzas en el tramo final, fue el motor que posibilitó el dominio en el marcador. Fases de gran acierto y una dirección estelar, aunque el partido se le hizo largo.

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