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Inmenso Baskonia. Lo ha intentado todo en esta serie y no se le pueden poner reproches ni a él ni un equipo que se ha dejado hasta la última gota del aliento. Movió con acierto sus piezas e incluso prescindió de Larkin en la recta final ante su sonado desacierto. Tras llevar al límite al CSKA, toca confiar en que el equipo mantenga este óptimo nivel en lo que resta de temporada en la ACB.

vitoria - Adiós a la Euroliga con la cabeza bien alta. Sin reproches a un Baskonia castigado por elementos externos que ha peleado como un jabato hasta las últimas consecuencias pero sin la pizca de suerte, respeto arbitral ni el oficio necesarios para, al menos, prolongar una serie que era una misión imposible por muchas razones. Ha vendido carísima su eliminación, pero no sirve como consuelo ni el pétreo carácter competitivo ni el orgullo paseados ante un gigante de la canasta que no necesita ayudas tan flagrantes como las que ha gozado. Puede que la tropa vitoriana no se haya hecho acreedora a un marcador en contra tan demoledor en tres pulsos de lo más parejos, pero el vigente campeón resultó implacable con un anfitrión exhausto que siempre le llevó al límite y terminó hincando la rodilla ante los interminables recursos moscovitas.

De nada sirvió un espíritu irreductible hasta casi el bocinazo final que estuvo a punto de obrar un milagro con todo perdido (84-85). Ni tampoco el aliento de la incandescente grada del Buesa Arena que se rebeló ante algunas injusticias arbitrales. Quedará para el recuerdo una portentosa primera mitad de Budinger, también un antológico tercer cuarto de Shengelia o el despertar final de un decepcionante Larkin, maquillador de números cuando la derrota era una evidencia. El base estadounidense tuvo en sus manos la victoria tras un regalo de Teodosic y De Colo a falta de seis segundos. Incomodado por Kurbanov, que le tocó con claridad en la mano en el momento de lanzar, su forzado tiro acabó en las manos de Hanga. El húngaro, sin embargo, se topó con la montaña de Hines, cuyo tapón sepultó las últimas esperanzas de gloria.

Ahí murió injustamente un Baskonia terco, testarudo y empeñado en rebelarse de forma admirable ante un destino escrito. Demasiado castigo para un grupo que ha sometido al CSKA a un sufrimiento continuo y se ha visto ajusticiado no solo por el talento desbordante de las estrellas visitantes sino también por algunas decisiones arbitrales inexplicables. En esta Euroliga repleta de glamour, lo único que sobra es el proteccionismo hacia ciertos equipos como el ruso. Sin embargo, el billete para la Final Four se perdió mucho antes con aquellas derrotas ante el Panathinaikos y el Zalgiris que obligaron a los vitorianos a bailar con la más fea.

La tempranera segunda falta de Larkin supuso otro problema añadido para un Baskonia que comenzó a encresparse demasiado pronto con el arbitraje. El cuadro alavés, privado del base estadounidense durante toda la primera mitad, llevó la manija del encuentro hasta que comenzó la bronca y el excesivo juego subterráneo. Se ganaron con creces el sueldo los árbitros, obligados a cortar por lo sano los conatos de dureza con un carrusel de técnicas y los rifirrafes entre unos protagonistas demasiado calientes.

Budinger se convirtió en el héroe silencioso que sostuvo a los locales en los peores momentos. El exterior californiano, pletórico en el rebote ofensivo, sostuvo por sí solo los cimientos de un perímetro sin punch. En el bando ruso encontró la oportuna respuesta en Higgins, una pesadilla para la defensa azulgrana que impidió el despegue local al propiciar un parcial de 1-12 en el segundo cuarto (30-34). El toma y daca resultó constante en una velada presidida por las vertiginosas oleadas en transición de unos y otros en ciertas fases.

El Baskonia volvió a tener un comportamiento notable ante un rival en el que sus estrellas más opulentas pasaron desapercibidas durante muchos minutos. Permanecieron eclipsados en el banco tanto De Colo como Teodosic, pero Itoudis atesora un interminable fondo de armario y sus lugartenientes de lujo le permitieron agarrarse al partido. Acaso las pérdidas de balón volvieron a constituir el principal lastre en las evoluciones azulgranas, la mayoría derivadas de una ansiedad perniciosa.

Un inmenso Shengelia le cogió el testigo a Budinger tras el descanso para mantener vivo el sueño del Baskonia, cuyo nivel defensivo comenzó a perder muchos enteros. El georgiano se transformó en una fiera competitiva -17 puntos de todos los colores- en un prodigioso tercer cuarto donde mostró una inusual precisión de cirujano desde el 6,75. Su cuarta falta en el minuto 31 representó la peor de las noticias para Sito Alonso, sin noticias de otros referentes capitales hasta la aparición final de Larkin. La fe ilimitada en la victoria y el acierto del americano metieron al Baskonia en la pelea, pero un día más el sueño de estirar una eliminatoria cuesta arriba quedó enterrado de forma cruel sobre la bocina.

Con la cabeza alta. El Baskonia, sostenido por Budinger en la primera parte y un prodigioso tercer cuarto de Shengelia, tiró de orgullo y raza para llegar vivo al último segundo tras una épica remontada final. Sin embargo, un día más se ahogó en la orilla en otro final que salió cruz.

El cuento de siempre. El cuadro vitoriano cometió ayer errores graves en ciertos tramos, pero mucho peor fue la cobardía arbitral y el desmedido respeto al CSKA. La diferencia de faltas fue grande y en la última jugada Kurbanov cometió una clara falta sobre Larkin en su intento de buscar un triple ganador.

Autor de un antológico tercer cuarto en el que se fue hasta los 17 puntos y prolongó el sueño del cuarto partido. Lástima que se viera frenado por una prematura cuarta falta.