Vitoria - “He sido infravalorado durante toda mi carrera”. Esa fue la frase con la que Shane Larkin se presentó en el Baskonia durante el pasado mes de agosto. Tras un respetable periplo universitario y una carrera NBA dotada de poco protagonismo, el de Cincinnati rechazaba una jugosa opción de segundo año con los Brooklyn Nets para aterrizar en Vitoria y demostrar a sus detractores de lo que era capaz. No obstante, antes de su fichaje la entidad azulgrana ya se había hecho con los servicios de Andrea Bargnani y Rodrigue Beaubois, que presumiblemente podrían ser jugadores más fiables al contar con más experiencia y pasado europeo. Sin embargo, bastaron unos pocos partidos para que el menudo jugador disipara las dudas típicas que surgen en torno a los jugadores norteamericanos y se alzara con la batuta de referente en la plantilla alavesa, muy por delante del italiano y del francés.
Ahora, con todos los focos sobre él, es momento de que el norteamericano recoja el estatus que se le ha fijado y emerja verdaderamente como el faro que el Baskonia necesita para, al menos, ganar los dos partidos en el Buesa Arena al CSKA. Y es que Larkin, con un talento y capacidad que innegablemente están entre la élite del continente europeo, sufre en demasía ante rivales con el arsenal defensivo suficiente como para pararlo. Los propios rusos, el Real Madrid o el Panathinaikos son claros ejemplos de conjuntos capaces de embutir el eléctrico juego del uno -y por lo tanto, el del propio Baskonia-. En los últimos partidos jugados contra estos tres equipos, Larkin anotó 8 contra el CSKA, 5 contra los madridistas y 7 contra los griegos. Los entrenadores más tácticos saben que, frenando su producción, frenan la fluidez del juego vitoriano, entonces encomendado a lanzamientos heroicos de Beaubois, exhibiciones físicas de Hanga o a la aparición de algún secundario inesperado, como Rafa Luz en el primer encuentro de la serie.
No obstante, no se le puede acusar al líder baskonista de esconderse en los encuentros claves, puesto que es consciente de su responsabilidad en los esquemas de Sito Alonso y siempre intenta acatarla, unas veces con más éxito que otras. Aquí entra en escena la figura del mencionado técnico. Si Larkin es sometido a un escrutinio constante por parte de la defensa rival, llega el turno de Alonso para, pizarra en mano, liberar de presión a su timonel e introducir alternativas en un sistema baskonista de una simplicidad y libertad enormes, que de nuevo acarrea tanto beneficios como pérdidas. Es ahora cuando más importan los ajustes.
partido a partido En la serie contra el CSKA en cuestión se ha reflejado con claridad la dependencia absoluta del Baskonia respecto a su hombre más pequeño en estatura. Esto no se atisba con claridad consultando solo la fría estadística. No hay más que ver el partido del pasado martes. Las opciones del Baskonia de ganar este primer encuentro pasaron por el norteamericano, que estuvo prácticamente anulado durante los tres primeros cuartos para anotar 13 de sus 17 tantos en el último periodo, lo que casi obra el milagro en Moscú. Al margen de la anotación, que Larkin tenga libertad para generar se antoja indispensable si los de Sito Alonso quieren regresar a la capital rusa en un hipotético quinto partido.
El segundo choque, en cambio, fue una pesadilla de principio a fin para el base azulgrana, que pese a su gran volumen de asistencias (8), no pudo ejercer el famoso hero ball que tanto aclaman en Estados Unidos y echarse el equipo a la espalda en los instantes finales. Los encuentros de temporada regular, en cambio, fueron notablemente diferentes. El primero, jugado en Rusia, Larkin firmó 18 puntos pero apenas hubo oposición por parte del Baskonia como conjunto, con el CSKA otorgando una de las palizas más sonrojantes del curso (112-84). En el de vuelta se impuso el cuadro alavés por 79 a 78 con 12 puntos del base, que además firmó la canasta ganadora. El guion en estos dos restantes debe ser similar al de este último para que el Baskonia tenga opciones de forzar el quinto, lo que sería toda una epopeya. Y no hay epopeya sin héroe principal, papel que está destinado a coger el menudo jugador de Cincinnati.