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Pocos reproches. El Baskonia hizo casi todo lo necesario para ganar en una cancha prácticamente inaccesible esta temporada, pero como en la Copa del Rey se le volvió a atragantar otro final ante el Real Madrid. Algún jugador llegó demasiado cansado a la recta final, aunque el técnico azulgrana se vio en parte abocado a exprimir a los titulares ante la escasa pegada de la segunda unidad.

Sin instinto asesino. El Baskonia contrajo todos los méritos para profanar el templo blanco, pero su falta de oficio y la calidad del Real Madrid al colocarse 77-80 en el marcador ya dentro del último minuto se interpusieron en el camino hacia un triunfo de un valor incalculable. La antideportiva de Budinger terminó costando muy cara.

Fenómeno Doncic. Salvo la debilidad a la hora de cerrar el rebote defensivo y la escasa pegada de la segunda unidad, no se puede censurar la labor de un Baskonia que volvió a sufrir la mejor versión del niño prodigio llamado Luka Doncic. El esloveno volvió a amargar la existencia a los alaveses con una estadística sobresaliente.

Otra vez con la miel en los labios. Rabia infinita por una derrota cruel, pero al mismo tiempo satisfacción por comprobar un equipo revitalizado y extremadamente competitivo tras el desencanto ante el Zalgiris. Así son bienvenidas las derrotas por mucho que más de un seguidor azulgrana debiera tirarse de los pelos por la forma en que se hincó la rodilla ante un Real Madrid con el miedo en el cuerpo y vulnerable por todos sus poros. Tal y como sucedió en la semifinal copera, el Baskonia indultó ayer al gigante blanco. Le tuvo contra las cuerdas, pero le dejó escapar vivo en unos fatídicos segundos finales que supusieron una puñalada en el corazón de un plantel consumido por un esfuerzo sobrehumano.

En una jornada decisiva para encaramarse a la cúspide liguera, el Baskonia se disfrazó una vez más de perdonavidas y no pudo recoger la recompensa a una meritoria actuación ante la plantilla más opulenta del Viejo Continente. A 47 segundos para la conclusión, el WiZink Center enmudeció con ese triple de Hanga que elevó un esperanzador 77-80 al marcador. Se las prometía felices la escuadra vitoriana hasta que salió a la palestra esa ausencia de gen ganador tan característica de los últimos años. Con todo a favor, se escurrió de las manos un éxito al que se hizo acreedor con perseverancia en el trabajo, por momentos una defensa granítica y también notables oleadas ofensivas. A la hora de la verdad, sin embargo, faltaron dosis de oficio para someter a un gigante de lo más inseguro y terrenal.

La trilogía de acciones negativas se inició con esa absurda antideportiva de Budinger sobre Doncic que no venía a cuento. Con el esloveno lastimado, Carroll anotó los dos tiros libres para estrechar el marcador (79-80). A renglón seguido, la conexión entre Llull y Randolph desembocó en un triple del estadounidense (82-80). Quedaba una bala en la recámara, pero el lanzamiento de Hanga se quedó corto. El propio Randolph y Nocioni certificarían más tarde la derrota con su sangre fría desde el tiro libre. Por tanto, adiós casi definitivo al primer puesto de la fase regular y oportunidad de oro malograda para sumar un triunfo de enorme prestigio.

Nimios detalles frustraron la conquista de una plaza grande, sin obviar el desequilibrio numérico que provocó, por ejemplo, la escasa frescura de Larkin o Hanga en los minutos decisivos. Al margen de añorar a Shengelia, Sito malvivió por la escasa pujanza de su segunda unidad con jugadores muy apagados (Blazic, Laprovittola, Luz, Ilimane...) y el defectuoso cierre del rebote defensivo que concedió de infinidad de segundas opciones a los blancos. Para profanar plazas de este calibre, hay que rozar la perfección.

intratable doncic Pese a recuperar la pegada de Voigtmann -renacido tras el descanso- y Beaubois, un cuchillo para la pusilánime defensa local, el Baskonia terminó ahogándose en la orilla. Si la afición azulgrana suspiraba por un enfrentamiento ante el Real Madrid en el cruce previo a la Final Four, otra buena razón se vio ayer con una reducida tropa alavesa tuteando y mirando a los ojos durante muchos minutos a un anfitrión vulnerable. Los miedos de Laso salieron pronto a la luz en su primer tiempo muerto para frenar la poderosa puesta en escena visitante. “Parecen aviones. Vais a jugar contra estos tíos sin pegaos”, soltó a sus pupilos tras el 0-8 inicial. Pese a su interminable fondo de armario, el triunfo merengue tuvo nombres y apellidos: Luka Doncic. En una constante que se viene repitiendo durante esta temporada, el niño prodigio esloveno alteró por completo el signo de un partido que durante la primera parte se tiñó de color azulgrana después de un famélico arranque anotador del Real Madrid, incapaz de anotar hasta el minuto 5.

Apareció la magia de un auténtico fenómeno y el sueño de profanar el WiZink Center comenzó a esfumarse para un Baskonia siempre capacitado para poner en aprietos al más firme aspirante a conquistar este curso todos los títulos en juego. Doncic, sin ninguna clase de antídoto, reincidió en su papel de verdugo azulgrana en los últimos tiempos con otra actuación antológica que revivió al Real Madrid. Por sí solo se bastó para enmascarar el aciago día de Llull y colocarse en el centro de las pesadillas alavesas con un repertorio inacabable. Sin embargo, fue el propio Baskonia quien se suicidó en unos fatídicos segundos finales cuando ya divisaba la línea de meta. Eso sí, mejor ahora que no dentro de unas semanas cuando haya algo más importante en juego, aunque la película se viene repitiendo ya demasiadas veces y las frustraciones van minando poco a poco la moral.

Regresó la mejor versión de un escolta con el punto de mira recuperado y capacitado para provocar grietas en la defensa blanca. Un puñal en ataque con una producción constante.