vitoria - Petardazo y decepción mayúscula para clausurar una fase regular de la Euroliga que no merecía un borrón de este calibre. De haber impuesto la lógica ante el Zalgiris, el quinto puesto conducía al Baskonia hacia Atenas para vivir un tormentoso cruce ante el Panathinaikos. Pues bien, el inesperado tropiezo ante los lituanos complicará más si cabe el trayecto hacia la Final Four de Estambul. El conjunto vitoriano aspira ya como máximo a la séptima plaza y cabe incluso la opción de que caiga a la octava. Por tanto, le aguardarán el CSKA o el Real Madrid. El más difícil todavía por culpa de un desencanto monumental ante un rival que no se jugaba nada pero arrancó con todo mecimiento la gloria del Buesa Arena. Como consecuencia de ello, caerá en suerte un regalo envenenado al que nadie quería ver ni en pintura. Será el todopoderoso ogro ruso si el Darussafaka se impone hoy al Estrella Roja. Si los guerreros serbios dan la campanada en la capital turca, todo hace indicar que emergerá la silueta de otro temible candidato a la corona continental como el Real Madrid.
Una condena letal para un Baskonia preso del desquiciamiento y autor de un colofón horrible en la noche donde la baja de Shengelia le vulgarizó nuevamente hasta límites insospechados. Con la sorpresiva ausencia de última hora del georgiano por fiebre, quedaran destapadas las débiles costuras azulgranas con un latente desequilibrio interior-exterior. Irrisoria producción bajo los aros, ninguna boya para generar espacios y, por consiguiente, un equipo previsible reducido a la búsqueda del triple y la dinamita de los exteriores. Ese fue el triste escenario al que se abocó el cuadro alavés, escaso en cuanto a rigor táctico, desquiciado progresivamente por su propia inoperancia y sometido por un Zalgiris extremadamente sólido que manejó el tempo del partido a su antojo. Siete puntos consecutivos de Jankunas y un triple de Pangos, precedido de una brillante circulación de balón -una virtud que se echó de menos en el anfitrión-, rubricaron un amargo sinsabor que amenaza con frustrar cualquier esperanza de colarse en la gran fiesta del baloncesto europeo.
equipo contra individualidades Al Baskonia le tocó navegar contracorriente desde el comienzo con una gélida puesta en escena. Pese a jugarse tan solo la honrilla en el Buesa Arena, el Zalgiris justificó las razones de su excelente trayectoria continental, no ofreció facilidades como los últimos rivales y conjugó su baloncesto en plural. Volvieron a abusar los vitorianos del lanzamiento triple ante la ausencia de su solitaria referencia interior georgiana, si bien la precisión de cirujano acreditada por Blazic le permitió sofocar el dominio lituano en el segundo cuarto. Tres bombas del esloveno, que no destaca precisamente por su virtuosismo desde esta línea, rescataron a un anfitrión nuevamente desequilibrado en su juego e incapaz de producir algo debajo de los tableros. Lo peor estaba por llegar.
Las primeras grietas defensivas fueron provocadas por Motum, infalible desde el 6,75. Westermann y Pangos también castigaron la endeble defensa de perímetro azulgrana con una notable lectura del juego. Adoleció el Baskonia de buen juego y le sobró una excitación perniciosa dirigida hacia el trío arbitral. Hombres importantes, léase Budinger y Hanga, se vieron condicionados demasiado pronto por culpa de su prematura cuarta falta. La herida se hizo cada vez más grande en un aterrador cuarto donde el Baskonia perdió por completo el rigor, careció de soluciones y se vio sistemáticamente golpeado por un visitante infinitamente superior.
Reaparecieron las viejas pesadillas de los meses anteriores con un grupo vulgar a más no poder con errores de todo tipo y empeñado en autoinmolarse. Con un escaso sentido del juego colectivo, el Baskonia se vio contra las cuerdas y vivió momentos de máxima zozobra (56-68). Laprovittola, la opción a la desesperada para revertir el signo de la velada, tampoco arregló el desaguisado. Solo quedaba el recurso de la épica. El toque de corneta capitaneado por Beaubois y Larkin surtió efecto para estrechar el marcador, pero en las pesadillas alavesas surgió entonces un tipo curtido en mil batallas: Jankunas. Siete puntos seguidos del incombustible lituano y el triple letal de Pangos dibujan un escenario funesto para el futuro.
Sin equilibrio. Surgió la peor versión del Baskonia en el cierre de la fase regular. Los vitorianos empañaron su brillante trayectoria continental con una derrota inesperada que le deja a las puertas de un cruce fatídico ante el CSKA o el Real Madrid. La baja de Shengelia resultó letal para los intereses azulgranas. No hubo juego interior, sobró la excitación contra los árbitros y el equipo fue muy previsible en todo momento.
Ritmo lituano. El Zalgiris campó a sus anchas en el Buesa Arena. Sus exteriores Westermann y Pangos, autor del triple que frustró la esperanza de remontada, llevaron a la perfección el ‘tempo’ del duelo. Siete puntos casi seguidos del veterano Jankunas también precedieron el desastre.