Parecía que el Baskonia había adquirido otra vez velocidad de crucero con un puñado de alegrías consecutivas en la ACB y sobre todo el triunfo de prestigio en el Ulker Sports Arena ante el Fenerbahce, pero el equipo vitoriano recuperó ayer en el Nou Congost los peores vicios adquiridos en este 2017. El día menos inesperado y ante un rival propicio incluso para que hombres de la segunda unidad hubiesen descargado de minutos a los pesos pesados de Sito Alonso, sobrevino un correctivo inesperado. Aunque suene a broma, el colista del torneo doméstico devolvió a la tierra al Baskonia.
Tras la conmovedora exhibición de hace 72 horas en Estambul, nadie vaticinaba una recaída de estas características. Básicamente porque el Manresa de Ibon Navarro había sumado esta temporada triunfos con cuentagotas y debía aprovecharse la inercia de la excelente actuación ante los de Zeljko Obradovic. No existían excusas de ningún tipo, ya que el club fletó para el viaje a la capital turca un cómodo chárter que dejó a la expedición azulgrana en Vitoria en la madrugada del jueves al viernes. Pese a ello, el Baskonia firmó durante una matinal de auténtica pesadilla.
Entre el exceso de confianza en la mochila, la candidez defensiva que consintió toda clase de licencias ofensivas a un Manresa muy limitado, la extrema falta de acierto desde la larga distancia -apenas un 18% en triples con 5 de 28-, el aciago día de su fuente de alimentación (Larkin) y la disciplina táctica impuesta por el anfitrión, se indigestó por completo a partir del segundo cuarto un partido en el que los locales amasaron una ventaja de hasta 20 puntos.
Ver para creer apreciada la sideral diferencia entre dos plantillas ciertamente antagónicas. Sin intensidad ni actitud, hoy en día no se gana a nadie y el entusiasmo del Manresa careció de antídotos en un Baskonia que, para cuando se arremangó, ya era demasiado tarde. La presión en toda la cancha decretada por Sito Alonso, que se cobró infinidad de recuperaciones y alimentó mínimamente el sueño de una remontada imposible, apenas sirvió para prolongar la agonía.
Ibon Navarro, el gran héroe del triunfo local, consiguió maniatar a todos los estiletes azulgranas. Especialmente Larkin, autor de la actuación más gris que se le recuerda en mucho tiempo. Costa y Machado le atacaron continuamente para destapar sus débiles costuras defensivas y en ataque se sintió más incómodo que nunca sin poder facilitar la labor a sus compañeros como es costumbre. Beaubois también firmó una nefasta tarjeta de tiro, Hanga acabó desquiciado, la tradicional contundencia defensiva de Ilimane y Blazic se echó de menos, Voigtmann escribió otra capítulo de su declive... Los ramalazos de orgullo a cargo de Shengelia y Luz fueron del todo insuficientes. Hasta para batir al colista se necesitan espíritu y alma, intangibles invisibles ayer en Manresa.