vitoria - Una victoria bastante aseada ante la revelación liguera y una derrota dolorosa a más no poder ante un Real Madrid indultado de mala manera. La Copa del Rey clausurada ayer dejó luces y sombras en un Baskonia que dejó escapar una ocasión pintiparada para alcanzar muchos años después una nueva final y optar a su séptimo entorchado. Un casi que se viene repitiendo sistemáticamente en los últimos tiempos y vuelve a dejar el caramelo en la boca a una afición entregada que asistió perpleja al desmoronamiento azulgrana en los tres últimos minutos del tiempo reglamentario. Son ya muchas las ocasiones en que el equipo vitoriano amaga con el éxito, pero no remata y se queda a las puertas de la gloria. Falta por conseguir ese poso de equipo campeón mientras afloran los déficits estructurales de una plantilla con grandes dosis de talento pero también con limitaciones como la falta de un cinco dominante pese al crecimiento de Diop.

Teniendo en cuenta que venía de una racha nefasta en cuanto a juego y resultados o que nadie apostaba un euro por su éxito en el torneo, el Baskonia debe salir reforzado de esta edición. También autoconvencido de que, si le respetan las lesiones y Shengelia retorna en un buen estado, puede hacer cosas interesantes en la Euroliga y la ACB. La Copa emergía de nuevo esta campaña como la vía más asequible para asaltar un título, pero un nuevo tren pasó de largo con la decepción de ver cómo algunos integrantes desaprovechaban la enésima oportunidad de reaccionar.

En boca de todo el mundo sigue Bargnani, un espectador de lujo en el tramo determinante ante el Real Madrid y con el crédito por los suelos. Con una cadencia parsimoniosa que exaspera al personal, es incapaz de subirse a una locomotora que transita a toda velocidad. El italiano juega al tran tran, al ritmo más propio de una tortuga. En un Baskonia que se siente cómodo con el vértigo y las altas revoluciones, quien fuera en su día número 1 del draft no encuentra su sitio. Ya sea por su declive físico o la incapacidad de Sito Alonso para extraerle algo de juego, solo es útil en algunas situaciones de pick and pop que favorecen sus tiros abiertos. Sin embargo, anida la sensación de que ni el técnico -que desestimó su aparición en la segunda parte ante el Madrid pese a que un desquiciante Voigtmann pedía a gritos el cambio- ni sus propios compañeros confían ya en un pívot objeto de un pim pam pum constante. El problema es que aún restan varios meses de competición y rescindir prematuramente su contrato costaría mucho dinero a las arcas del Buesa Arena.

Tampoco hombres como Laprovittola o Voigtmann han respondido con la eficiencia que se esperaba. El caso del alemán es curioso. Su estadística siempre le permite salir muy bien parado con una valoración altísima, pero las sensaciones suelen ser negativas. Las de un poste que necesita endurecerse, aplicarse con más intensidad en la defensa del dos por dos y mostrar más tablas en la lectura del partido. El argentino también ha rayado por debajo de lo esperado. Ningún otro jugador ha coleccionado un suspenso en la Copa de Vitoria, que será siempre recordada por la pésima gestión del Baskonia tras ponerse ocho arriba (87-79) en la semifinal ante los merengues.