Vitoria - La Copa del Rey de 2017 arrancó con el parqué del Buesa Arena en llamas -virtualmente eso sí- y para regocijo de los miles de aficionados baskonistas que abarratoban sus gradas entró en plena combustión apenas pasadas las nueve de la noche cuando el conjunto vitoriano certificó su acceso a las semifinales. Hasta entonces, el coliseo azulgrana volvió a convertirse en la caldera de las grandes ocasiones. Con cada segundo de partido y cada acción del combinado de Sito Alonso el infierno de Zurbano incrementaba un grado más su potencia para terminar derritiendo la correosa resistencia de un Tenerife que no bajó los brazos hasta que la bocina final no le dejó otro camino que rendirse a la evidencia.

Desde que el Buesa abrió sus puertas, resultó evidente que la afición local cuenta con una abrumadora superioridad sobre las rivales. Algo lógico teniendo en cuenta que el Baskonia ejerce de anfitrión pero que pasó a un segundo plano rápidamente. Porque más allá de la ventaja en cantidad, lo cierto es que la marea azulgrana logró un rotundo control del pabellón por su calidad.

Ni un segundo cesaron las miles de gargantas baskonistas de lanzar consignas en apoyo del conjunto de Sito Alonso. Lo mismo daba que Larkin y compañía pisasen a fondo el acelerador para escaparse en el marcador que fuese el Tenerife el que volviera a pegarse a la retaguardia alavesa. En todo momento la grada del Buesa se convirtió en el valiosísimo sexto hombre del equipo. El primero en lanzar ataques letales y el más solidario a la hora de defender la canasta propia.

En el epílogo, la solicitud unánime del MVP para Larkin se convirtió en el mantra que unió a profesionales y aficionados en un fuego abrasador. Pero es solo el aperitivo. Mañana, mucho más.