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Un técnico sin soluciones. La gestión de plantilla que está llevando a cabo en los últimos tiempos resulta difícil de entender. No acierta a la hora de colocar quintetos mínimamente resolutivos y varios jugadores están fuera de onda ante sus continuos bandazos. El Baskonia llega a la Copa en el peor momento de la temporada y la sensación de desplome es manifiesta.
Equipo irreconocible. Cada partido del Baskonia es peor que el anterior. El sonrojo estuvo a punto de hacerse realidad de no mediar la canasta final de Beaubois y la mala gestión de la última posesión por parte de McConnell. Los vitorianos evidenciaron su fragilidad ante el penúltimo de la ACB.
Caos y carencias. La ausencia de Shengelia se ha convertido en algo dramático para un Baskonia sin referentes interiores y al que cualquier pívot destapa sus débiles costuras. Es previsible y plano a más no poder en ataque, donde queda supeditado al uno contra uno de los exteriores. Whittington y Pustovyi camparon a sus anchas en el Buesa Arena.
vitoria - Al bordo del sonrojo. Sangre, sudor y lágrimas para batir con increíbles dosis de suspense al penúltimo de la ACB. Nadie reconoce hoy en día al Baskonia más vulgar y desconcertante de la temporada. Hay victorias que dejan un poso de amargura y, más que alimentar la confianza de un grupo, tapan algunas vergüenzas. Creer que este grupo tan desorientado y carente de identidad puede levantar el domingo el séptimo entorchado copero de la historia equivale a un ejercicio de fe casi mesiánico. El cuadro vitoriano se salvó ayer por los pelos de un ridículo espantoso. Le indultó sobre la bocina McConnell, el base del Obradoiro al que se le vino el mundo encima a la hora de erigirse en el héroe de la velada.
Con trece segundos para que un modesto de la ACB anclado en puestos de descenso se bañara de gloria y encontrara la justa recompensa a la que se hizo acreedor en el Buesa Arena, el norteamericano se empachó de balón para fortuna de un Baskonia preso de la ansiedad. Un providencial resbalón hizo que el balón se le escurriera de las manos y lanzara finalmente en una posición demasiado forzada desde un lateral. Solo así pudo respirar de alivio una afición azulgrana incrédula por la deriva de su equipo y los tremendos sofocones para dar buena cuenta de un firme candidato a la pérdida de categoría.
Fue el taquicárdico epílogo de un partido aterrador y calamitoso por parte del Baskonia, cuyo pérdida de pujanza adquiere ya tintes sospechosos en vísperas de asaltar el primer título de la temporada. Esta vez se salvó única y exclusivamente por la falta de instinto asesino del rival o el talento de Laprovittola o Beaubois, autores de varias canastas salvadoras mientras los nervios se apoderaban de la grada. A nivel colectivo, en cambio, naufragó por completo a partir de la recta final de primer cuarto. Con una pasividad extrema en labores de contención, una languidez bajo los aros que permitió al desconocido Whittington hacer números de una estrella y una anarquía desesperante en la ofensiva por la orfandad de boyas interiores, el Baskonia se condenó a un cara o cruz incomprensible.
Ni siquiera las sensibles bajas con que afrontó la contienda sirven como atenuante. Al margen de Shengelia y Blazic, Larkin e Ilimane no se vistieron finalmente de corto por precaución. La ausencia del base estadounidense, el indiscutible motor azulgrana, dejó al descubierto las carencias de un Baskonia sin alma ni referentes espirituales en momentos de máxima tensión. Con independencia de un fondo de armario más limitado, el equipo alavés se procuró agobios tan solo por sus incontables deméritos y una autocomplacencia difícil de entender. Esa actitud contemplativa fue encarnada especialmente por Bargnani, una supuesta estrella que ha agotado ya el escaso crédito que le quedaba. Con él sobre la cancha, el Obradoiro campó a sus anchas y firmó parciales escandalosos.
Tan negras se ven las cosas que hasta el Buesa Arena sufrió un apagón en el minuto 13 que obligó a suspender el choque por espacio de quince minutos. Hasta en los días donde el viento sopla a favor y comparecen rivales propicios para engordar la autoestima, da muestras el Baskonia de una fragilidad inquietante. Lo que apuntaba a cómodo festín en la recta final del primer cuarto (27-15) desembocó a la postre en otro mal trago. La última vara de medir antes de afrontar el asalto copero no contribuyó a disipar las dudas. El Obradoiro, uno de los conjuntos más flojos de la competición que flirtea con el descenso, se sintió por momentos dominador en un Buesa incrédulo ante el parcial de 0-16 que permitió la resurrección gallega en el segundo cuarto. Afortunadamente, el Baskonia extrajo petróleo de una actuación caótica que no invita al optimismo antes del descorche copero ante el Iberostar, otro modesto que podría provocar un terremoto de consecuencias imprevisibles.
Su capacidad atlética sostuvo a un Baskonia dubitativo e inoperante. Levantó al público de sus asientos con un ‘alley oop’ espectacular y fue de los pocos que escapó de la mediocridad.