vitoria - El de este jueves emerge, a priori, como un partido ideal para reconducir el rumbo en la Euroliga y disipar las dudas surgidas en los últimos tiempos respecto a la consecución del pasaporte para el Top 8. Dando por sentado que cada velada continental implica un enorme sacrificio y que cualquier salida está plagada de dificultades ante el altísimo nivel de los dieciséis participantes en esta edición, el Baskonia no puede desaprovechar una ocasión de oro para hurgar en la herida del Maccabi más vulgar e inestable que se recuerda en mucho tiempo. Sería difícil de entender cualquier resultado que no sea un dos en la quiniela en la antigua Mano de Elías, cuya nueva denominación es Menora Mivtachim Arena.
Al margen de ser el antepenúltimo de la clasificación con apenas siete victorias en 21 partidos, todo lo que rodea a un clásico y a uno de los clubes más laureados de la competición huele a chamusquina. La actual está siendo una temporada de auténtica pesadilla para los macabeos, incapaces de recuperar la competitividad de antaño y huérfanos de identidad desde que David Blatt dejara el barco en 2014 nada más conquistar la Euroliga. La marcha del técnico estadounidense en aquel instante rumbo a los Cavaliers de la NBA ha convertido el banquillo del Maccabi en una silla eléctrica.
Si dentro de la pista es un conjunto de lo más anárquico ante el carácter imprevisible de su interminable ramillete de estadounidenses, fuera de la pista también está debiendo lidiar con problemas inesperados. El último, sin ir más lejos, ha sido la negativa de Sonny Weems a pasar un control antidopaje de la FIBA tras un partido, lo que se ha saldado con el fulminante despido de su fichaje estrella para este curso. Si bien el rendimiento del alero norteamericano estaba dejando más sombras que luces, no cabe duda de que se trata de una pérdida importante para un Maccabi que también tomó a finales de enero la determinación de ceder a otra de sus ambiciosas apuestas (Maik Zirbes) al Bayern Múnich hasta el final de campaña.
Como prueba de su vulnerabilidad, el rival azulgrana ha perdido diez de los últimos doce encuentros en la Euroliga. Muchas de esas derrotas, además, han resultado hirientes por la contundencia del marcador. Solo las matemáticas le permiten albergar todavía alguna remota opción de clasificación hacia los cuartos de final. Ainars Bagatskis, el cuarto entrenador que está al mando de las operaciones a lo largo de este delirante ejercicio, tampoco ha sido capaz de lavar la cara a un equipo que viene de sufrir otra sonrojante decepción en su liga doméstica.
Y es que el Maccabi cayó el pasado domingo con claridad (74-63) en la cancha del Hapoel Jerusalen de, entre otros, Simone Pianigiani y el exbaskonista Lior Eliyahu. Fue Amare Stoudamire, el seis veces All Star de la NBA y elegido en primera ronda del draft en 2002, el implacable verdugo de los amarillos en la zona con 24 puntos en 25 minutos. En las filas del rival baskonista, que vuelve a tener en el dique seco a Quincy Miller, apenas sobresalieron Pnini y Goudelock con 17 y 13 puntos, respectivamente. En definitiva, un momento propicio para visitar a un gigante venido a menos.