La pasada temporada Ioannis Bourousis impartió un auténtico master con la camiseta del Baskonia. El pívot griego fue el líder indiscutible del equipo y cargó sobre sus anchas espaldas la responsabilidad de conducir a la escuadra de Zurbano de vuelta a la élite del baloncesto continental. Los aficionados pudieron disfrutar de sus clases en cada partido pero sus compañeros tuvieron la suerte de poder empaparse de todos sus conocimientos en cada uno de los muchos entrenamientos del curso. Y por lo visto anoche en el Oaka, en el vestuario del Buesa Arena había un estudiante aventajado. No es otro que Ilimane Diop, que en el encuentro de ayer se doctoró ‘cum laude’ ante su maestro.

Porque lo cierto es que si hubo un jugador destacado en el compromiso ante el Panarhinaikos ese fue el joven pívot hispano-senegalés. En lo que puede considerarse sin duda su mejor actuación de la temporada -por su propio comportamiento y por la entidad de los adversarios-, Ilimane brilló con luz propia en todas las facetas del juego. A su habitual entrega en defensa unió un menos corriente acierto ofensivo y un destacado despliegue en el rebote que le llevaron a firmar una estadística propia de jugadores de mucho peso específico.

Sin embargo, las sensaciones sobre el parqué fueron todavía más positivas si cabe. En especial en lo que a su incidencia sobre el juego del Panathinaikos hace referencia. Es verdad que durante el primer cuarto Singleton campó a sus anchas por la pintura azulgrana para causar un auténtico destrozo pero, a partir de ese momento, Diop consiguió convertir ese espacio en un terreno prácticamente inexpugnable.

Así, tanto el propio jugador estadounidense como el otrora imparable Bourousis se vieron obligados a morder el polvo ante la defensa del baskonista jugada tras jugada. No contento con ello, Ilimane se multiplicó para ejecutar interminables ayudas a sus compañeros y todavía encontró el oxígeno suficiente para ejecutar con valentía y acierto tiros importantes en la zona contraria. En definitiva, el alumno superó con claridad a su mejor marestro aunque, desgraciadamente, la victoria se quedó en Atenas.