vitoria - La inconfundible cinta blanca que rodea su cabeza en cada partido desprende un aroma a homenaje y reivindicación. Cuando tenía siete años, Tyrese Rice se quedó prendado ante el televisor de su casa al comprobar las evoluciones del eléctrico Nick Van Exel, su jugador favorito, con ese complemento alrededor de su afeitada cabeza. Desde entonces, el actual base del Barcelona y una de las grandes estrellas de la Euroliga durante estos últimos años se propuso seguir los pasos de su ídolo, por entonces el director de orquesta de su franquicia favorita al otro lado del Atlántico: los Lakers de Los Ángeles.

Nacido en Richmond (Virginia), Rice trata de emular en todos los lugares que pisa la habilidad que Van Exel paseó a lo largo de sus trece temporadas en la mejor liga del mundo. Zurdo cerrado, escaso de centímetros pero extremadamente atlético y convertido ya en un trotamundos de la canasta con pasado en siete clubes distintos (Panionios, Artland Dragons, Lietuvos, Bayern Munich, Maccabi, Khimki y Barcelona), Rice es de los contados integrantes del cuadro culé que ha conseguido escapar a la mediocridad generalizada.

A pesar de ser un prometedor base nacido en una familia de gran arraigo baloncestístico, la desilusión le asaltó pronto. Formado en el Boston College, no fue escogido en el draft de 2009 posiblemente por su déficit en cuanto a centímetros y entendió que debía ganarse el pan -muy bien por cierto a tenor de los lucrativos contratos que ha rubricado- en Europa. Desterrado de la NBA, Rice forma parte de ese reducido ramillete de baloncestistas capaces de ganar por sí solo un partido. De no ser por su magia con el balón en las manos, nadie sabe a ciencia cierta qué sería del Barcelona en una temporada donde otros fichajes de campanillas están pasando de puntillas.

una exhibición inolvidable En la Ciudad Condal está protagonizando noches de ensueño, pero ninguna como la del pasado 18 de mayo de 2014. Venía de enterrar en semis a otro gigante como el CSKA con una canasta sobre la bocina, pero lo mejor de su repertorio estaba por llegar. Defendiendo la camiseta del Maccabi, anotó 21 de sus 26 puntos en el tramo crucial de la gran final ante el Real Madrid. “Mi carrera cambió desde ese día”, reconocería Rice en una entrevista posterior a la jornada de su confirmación. El Buesa Arena teme hoy una nueva exhibición en un encuentro donde su duelo con Larkin promete deparar emociones fuertes. Dos bases únicos frente a frente dispuestos a llevar en volandas a su equipo hacia una victoria trascendental.