Vitoria - El Baskonia se reencuentra esta tarde en Kazan con uno de los cerca de treinta jugadores que poblaron su vestuario en la esquizofrénica temporada 2014-15, donde el baile de altas y bajas terminó condicionando un proyecto con escaso éxito en medio de los incesantes bandazos desde las altas esferas en busca del revulsivo que agitara a una plantilla carente de punch. Aprovechando el conocimiento del mercado estadounidense de Marco Crespi, el técnico escogido por Querejeta para pilotar la nave hasta su prematura destitución, uno de los fichajes estrella del perímetro fue Orlando Johnson, por entonces una pieza codiciada tras dos campañas a un nivel más que aceptable en los Pacers de Indiana.

El californiano, reclutado por el Unics a primeros de noviembre tras su fallida tentativa de retornar a la NBA con los Bucks, puso los dientes largos al baskonismo en su rueda de prensa de presentación. No suele ser muy habitual que un jugador se autoproclame una estrella y se coloque tanta presión sobre los hombros. Fue lo que hizo Orlando con una frase para la posteridad. “Soy un killer en la cancha”, deslizó a los medios cuando fue cuestionado por sus virtudes. Muchos vieron entonces la posibilidad de que fuera un digno heredero de piezas carismáticas como Macijauskas o Rakocevic en el perímetro.

Su posterior rendimiento le dejaría en muy mal lugar. Y es que el norteamericano protagonizó un paso efímero por el Buesa Arena disputando tan solo ocho partidos (seis de ACB y dos de Euroliga) con unos números ciertamente para olvidar. Johnson cedería su taquilla en el vestuario al mediático Vujacic, que tampoco conseguiría inyectar la mordiente necesaria a un Baskonia que terminó siendo eliminado a las primeras de cambio en todos los frentes.

Pues bien, a sus 27 años no ha remontado el vuelo y se ha convertido en un nómada de la canasta incapaz de conseguir una mínima estabilidad en algún lugar. Desde su marcha por la puerta de atrás del Buesa Arena, ha dado con sus huesos en varias ocasiones en la Liga de Desarrollo de la NBA -concretamente el filial de los Spurs-, y no ha dudado en aceptar retos de lo más exóticos. Por ejemplo, estampó su firma en 2015 con el Barangay Ginebra de Filipinas o, como otros muchos, también se dejó seducir a finales de la pasada temporada por el dinero del baloncesto chino al dar el sí a una oferta del Guangxi Rhinos. Entre medias, dos franquicias de la NBA (Suns y Pelicans) llamaron a su puerta con sendos contratos temporales de apenas diez días. La suya es, en definitiva, una carrera venida a menos que espera ser relanzada en Rusia. De momento, Johnson promedia unos discretos 7,4 puntos y 2 rebotes en los cinco partidos que ha disputado a las órdenes de Evgeny Pashutin.