vitoria - No hace ni siquiera tres semanas -en concreto el pasado día 11- que el Baskonia deslumbró a propios y extraños firmando una actuación memorable ante el vigente subcampeón continental. Fue un fogonazo de máxima intensidad que situó el foco sobre el plantel de Sito Alonso y le ratificó como uno de los conjuntos a seguir muy de cerca en la presente temporada después de haber regresado al primer nivel el pasado ejercicio de la mano de Velimir Perasovic. Fue un golpe de autoridad en toda regla. Un puñetazo sobre la mesa que permitió disfrutar de un conjunto en ebullición. Una exhibición que, sin embargo, pudo llegar demasiado pronto. Al menos, esa es la primera conclusión que se puede extraer a tenor de la evolución de la escuadra de Zurbano a partir de ese instante. Porque lo cierto es que el equipo ha entrado en una profunda y peligrosa regresión prácticamente a todos los niveles que ha destapado más sombras de las deseables en el nuevo proyecto azulgrana.
Más allá de los resultados, que también han deparado más disgustos que satisfacciones, el principal foco de preocupación son las sensaciones que ha ido transmitiendo el combinado vitoriano en cada una de sus comparecencias recientes. Lejos de aprender de los errores cometidos y manifestar una lógica progresión a estas alturas del campeonato, el combinado alavés ha visto cómo sus problemas se enquistaban y le hacían desandar un camino que ya había recorrido tiempo atrás. Varias son las vías de agua que están haciendo zozobrar a la nave azulgrana en estos momentos.
la defensa No resulta necesario realizar un análisis demasiado exhaustivo para llegar a la conclusión evidente de que el trabajo defensivo es uno de los puntos más débiles del actual Baskonia. Puede ser hasta cierto punto comprensible que rivales de primer nivel continental encuentren la fórmula para llegar hasta el aro vitoriano gracias al talento de sus jugadores pero la realidad es que prácticamente todos sus adversarios lo han conseguido con una facilidad pasmosa. Si bien es verdad que en algún momento la escuadra de Zurbano ha demostrado que tiene la capacidad para poder defender al nivel que se le supone, lo cierto es que nunca ha mantenido una continuidad positiva en este apartado. Más bien todo lo contrario. Periódicamente incurre en incomprensibles agujeros negros en los que sus oponentes transitan sin oposición alguna hasta la canasta por autopistas asfaltadas de primera categoría.
La fórmula que desea aplicar Sito Alonso para su equipo requiere que los cinco jugadores que estén sobre el parqué en cada momento se muevan al unísono como un solo cuerpo y ofrezcan el máximo de implicación. Algo que, desgraciadamente, brilla por su ausencia. Con demasiada frecuencia se suceden los despistes individuales que de inmediato se traducen en un desbarajuste colectivo total y la consiguiente penalización. Una rémora que obliga a remar demasiado a contracorriente casi siempre.
más solistas que orquesta En el encuentro frente al Fenerbahce que demostró lo bueno que puede ser este Baskonia, el equipo funcionó a todos los niveles como una orquesta perfectamente ensamblada. En las siguientes citas, en cambio, esa capacidad para empastar ha desaparecido por completo y la puesta en escena se parece bastante más a varios solistas pisándose al intentar ofrecer su particular concierto. El resultado es un equipo que se mueve a tirones en función del mayor o menor acierto individual de sus integrantes y en el que cada vez es más habitual que alguien trate de ganar la guerra por su cuenta.
estrellas irregulares En cualquier equipo hay jugadores que están destinados a tener un peso específico importante y cargar con la responsabilidad de liderar el proyecto. El Baskonia no es ni mucho menos una excepción pero, desgraciadamente, puede decirse que solo uno de ellos está cumpliendo regularmente con ese cometido. Shane Larkin es el principal argumento del plantel azulgrana pero, a menudo, su aportación no es suficiente frente a la del colectivo rival. El capitán Hanga también suele ser de los fijos en la aportación positiva pero el desgaste sufrido en verano con su selección le está pasando factura y su rendimientos ha descendido en las últimas semanas. La otra cara de la moneda la representan, por ejemplo, Bargnani o Beaubois. Del italiano se espera lo máximo teniendo en cuenta su trayectoria pero solo ha destilado su calidad con cuentagotas. En defensa y en la pelea por el rebote sufre mucho y obliga a un esfuerzo extra de sus compañeros. Si no lo compensa con su innata facilidad para anotar, su presencia en la pista se convierte en un problema. El francés, por su parte, arrancó el curso lesionado y todavía no ha logrado alcanzar la dinámica de máxima competición. En un caso similar al del italiano, su endeblez defensiva penaliza mucho al grupo.
jugadores residuales Cuando los primeros espadas bajan su rendimiento, es la oportunidad de que la segunda unidad demuestre su valor. Algo que por ahora no ha ocurrido en el Baskonia. La realidad es que hay varios jugadores totalmente residuales en este momento. Es el caso de los jóvenes Sedekerskis e Ilimane Diop (que parece sufrir un peligroso estancamiento en su progresión) o el último en llegar, Chase Budinger. El americano está viviendo un proceso de adaptación complicado y pasa por los partidos de manera intrascendente.
desconexiones Otra de las vías de agua importantes del plantel azulgrana son las desconexiones que sufre con frecuencia. Como si lo desenchufaran, desaparece de golpe de los partidos. En ocasiones es consecuencia de una bajada de la imprescindible intensidad o incluso de la ausencia de una actitud correcta para continuar peleando cuando las cosas vienen mal dadas. Si en el arranque de la temporada el Baskonia demostró ser una lapa soldándose a los partidos hasta el final por complicados que estuvieran, esta virtud se ha difuminado por completo. La actitud y el deseo se echan en falta también en dos apartados en los que tienen mucho que ver para poder ser ejecutados con éxito como son la defensa y el rebote. En la actualidad, dos puntos negros en su expediente.
tensión En definitiva, todas estas cuestiones -y alguna más- han conducido al cuadro de Sito Alonso a su incómoda situación actual, en la que pese a que los resultados no son ni mucho menos alarmantes las sensaciones juegan en su contra. Generando, además, una importante tensión que se traduce en que el equipo actúe con demasiada rigidez. Encorsetado en su empeño por tratar de cumplir el guion marcado al milímetro, pierde el descaro y la iniciativa que le llevaron a disfrutar de sus mejores momentos y se convierte en un grupo previsible y fácilmente controlable para casi cualquier rival.
Con este escenario, la semana en curso -en la que al menos Sito podrá entrenar con cierta normalidad cuatro días- se antoja fundamental para poder comenzar a revertir la situación antes de que las alarmas empiecen a sonar con mayor potencia.