Poco importó que Repesa prescindiera de sus dos mejores alfileres ofensivos (un pasado de kilos Gentile y Raduljica) durante casi toda la confrontación. El Baskonia no existió en Milán. Con su peor versión de la temporada, puso en bandeja el triunfo a un Emporio Armani que se dejó llevar en el último cuarto y paseó una suficiencia atroz. Apenas pudo minimizar daños cuando el cuadro lombardo se cercioró de que no tenía rival enfrente y levantó el pie del acelerador. El de los vitorianos fue un ejercicio de impotencia de principio a fin. Tras el apoteósico éxito ante el Fenerbahce, han acontecido dos derrotas consecutivas que posiblemente rebajarán la euforia del entorno y ayudarán a más de uno a poner los pies en el suelo.
Porque el Baskonia reprodujo en Milán los defectos atisbados en otras salidas como Málaga o Valencia, donde ya se vio difuminado por su propia languidez y acabó abrasado por la intensidad de un anfitrión con el colmillo afilado. Huérfano de agresividad y mediatizado por el sibilino criterio arbitral del primer cuarto, en el que el Armani llegó a disponer de dieciséis tiros libres, los pupilos de Sito Alonso naufragaron por completo en todas las áreas del juego. Ni capacidad alguna de reacción, ni ideas para revertir el monólogo transalpino ni fogonozos de talento que llevarse a la boca para ilusionarse con un triunfo de prestigio en casa del ogro italiano. Nada de eso opusieron los azulgranas. Pese a que Sito Alonso se hartó de buscar quintetos que cambiaran el signo de la velada, la inoperancia fue manifiesta a lo largo de los cuarenta minutos.
Ante su anarquía en ataque, donde la baja de Shengelia priva al grupo de una boya interior que equilibre el juego, ante su torpeza a la hora de cerrar su tablero y ante su candidez atrás, donde consintió toda clase de licencias a un cuadro tan talentoso como el lombardo, el Baskonia se estrelló de forma inapelable manteniéndose como un grupo con dos caras: arrebatador cuando impone sus reglas de juego pero, por contra, excesivamente vulnerable cuando se topa con un rival que anula su ritmo vertiginoso y hurga en sus puntos débiles. La irrupción de Rakim Sanders aceleró el dominio del Armani, que manejó el partido a su antojo. El fornido estadounidense marcó el territorio con dos faltas tempraneras sobre Bargnani y vio cómo en la acera de enfrente nadie era capaz de contrarrestar su algido nivel físico. La antesala del nítido dominio italiano en una noche de auténtica pesadilla que, sin embargo, pudo acabar mucho peor de no mediar un postrero maquillaje.