Vitoria - Desde que arrancó la temporada allá por el lejano mes de octubre, el Baskonia ha ido enlazando sorpresa tras sorpresa, hazaña tras hazaña hasta convertirse en una de las grandes sensaciones del baloncesto continental del presente curso. Pese a ello, siempre se ha mantenido en una discreta segunda línea, sin llamar especialmente la atención y concediendo el primer plano a sus contrincantes. Así ha sucedido hasta que, a la conclusión de la temporada regular, el arranque de los play off propició que, de repente, se encontrara con el cartel de favorito colgado del cuello en su enfrentamiento de cuartos de final con el Gran Canaria. Una situación que, pese a que finalmente ha logrado su objetivo de alcanzar las semifinales, no ha conseguido manejar con demasiada soltura.

Más que un punto a favor, el hecho de que todo el mundo diese por hecho que debía deshacerse de la escuadra canaria se ha convertido en una pesada losa atada a sus piernas. Como consecuencia, en los tres compromisos que han sido necesarios para resolver la serie ha dado la sensación de jugar atenazada y sin las señas de identidad que le habían conducido hasta el éxito previamente. Algo parecido le ocurrió también al Laboral Kutxa en el encuentro de cuartos de final de la pasada Copa del Rey, cuando nadie dudaba de que se impondría con comodidad al Obradoiro y a punto estuvo de caer a las primeras de cambio.

Pues bien, una vez superado el primer escalón de las eliminatorias por el título, el plantel de Velimir Perasovic puede respirar aliviado. Por un doble motivo además. El primero, que ha cumplido los objetivos marcados al inicio del ejercicio y ha recuperado por derecho propio un puesto entre los cuatro mejores conjuntos de la competición. Y el segundo y probablemente incluso también más importante, porque ha dejado atrás definitivamente la condición de favorito.

Emparejado en las semifinales con un transatlántico de las dimensiones del Barcelona y con el factor campo en contra -el combinado blaugrana fue el primer clasificado a la conclusión de las treinta y cuatro jornadas de Liga regular-, el Baskonia recupera su condición de teórico equipo inferior y cede toda la presión de tener que sacar adelante el cruce a su rival. Un papel en el que se ha sentido más que cómodo durante todos estos meses y desde el que ha construido sus principales conquistas.

Con las metas individuales y colectivas planteadas por el club más que conseguidas a estas alturas del campeonato, el Laboral Kutxa no tiene absolutamente nada que perder y todo aquello que pueda conseguir supondrá un gran premio añadido. Su adversario, por el contrario, no ha logrado ninguno de sus objetivos -cayó en la Copa del Rey a las primera de cambio y no pudo clasificarse para la Final Four de Berlín- y se aferra a la Liga como su única tabla de salvación posible. Una circunstancia que, si el Baskonia es capaz de gestionarla con inteligencia a su favor, puede generar mucha tensión en el Barcelona y llevarle a cometer errores que, a estas alturas del campeonato, resultan harto complicado de recuperar.

En definitiva, para el cuadro de Velimir Perasovic sellar su pase a las semifinales de la ACB supuso una liberación absoluta que puede conducirle a recuperar la versión más efervescente de su baloncesto mientras que para el Barça fue únicamente cumplir con su obligación y enfrentarse a un nuevo compromiso en el que todo lo que no sea salir airoso será considerado un absoluto fracaso.

No obstante, no conviene en absoluto relajarse ni minusvalorar el potencial de un conjunto que dispone de una de las plantillas más potentes del Viejo Continente. Pero, con ello bien presente en su cabeza, el Baskonia tratará de reeditar las actuaciones que le han permitido superar a adversarios de similar fuste en no pocas ocasiones desde el inicio de la competición. De hecho, únicamente tiene que revisar el historial de sus enfrentamientos este curso con la escuadra culé para encontrar argumentos a los que aferrarse. Y es que de las cuatro veces que han medido sus fuerzas, en tres se ha impuesto el Baskonia y el único tropiezo llegó en un duelo intrascendente justo después de la Final Four.