berlín - En los días previos a la disputa de esta Final Four de Berlín, fueron varios los jugadores del Baskonia que coincidieron en señalar el carácter y el corazón que imprime el conjunto vitoriano a todas sus acciones como una de sus principales armas para haber conseguido presentarse contra todo pronóstico en la cita más elitista del Viejo Continente. Desde luego, razón no les faltaba y basta con repasar mínimamente la trayectoria del equipo desde que arrancó el curso para encontrar sobradas muestras de ello. A lo largo de estos meses los discípulos de Velimir Perasovic han escrito infinidad de páginas épicas que, con toda seguridad, continuarán siendo recordadas cuando hayan pasado muchos años.
La última, sin ir más lejos, en el apasionante duelo de semifinales frente al Fenerbahce en el que la moneda lanzada al aire al final desgraciadamente terminó saliendo cruz. Pese a ello, puso sobre la pista todas esas características que le han convertido en un adversario irreductible sea cual sea el escenario y los condicionasteis. Cuarenta y ocho horas después, frente al Lokomotiv, el Baskonia volvió a ceñirse al guión que se ha convertido en su insustituible libro de cabecera desde que Velimir Perasovic tomó el timón de la nave el pasado verano. Rebuscó incluso donde no había nada de encontrar para volver a exhibir su carácter combativo y una garra a prueba de bombas para aguantar siempre de pie el posible bombardeo por poderoso que sea el armamento empleado por su oponente.
Causeur, otra vez sin jugar Sin embargo, en este encuentro de la final de consolación, se constató una gran diferencia. Mientras que en todas esas ocasiones precedentes el espíritu del equipo estuvo acompañado de un baloncesto de altura y un buen número de recursos tanto físicos como de juego, ayer en el vestuario azulgrana únicamente quedaba corazón. Todo lo demás se había agotado días antes y por mucho que se sea un consumado especialista en este arte ganar con el carácter como casi único recurso activo es harto complicado.
Más todavía sin los pertinaces problemas físicos que han castigado a la plantilla durante todo este camino continúan sin conceder la más mínima tregua. El mejor ejemplo de ello es la situación del capitán, Fabien Causeur, quien tras forzar el viernes para poder volver a estar a disposición de Velimir Perasovic después de cerca de dos meses en el dique seco ayer tuvo que permanecer en el banquillo con el chándal puesto otra vez. En el calentamiento de ese fatídico duelo de semifinales reaparecieron las molestias en la espalda y continúa siendo una incógnita el momento en el que podrá dejarlas atrás definitivamente.
Una lesión que se suma a la de larga duración de Shengelia y que deja a la plantilla evidentemente muy corta de efectivos. En numerosas oportunidades, los jugadores del Baskonia han sido capaces de suplir esa ausencia de números elevando hasta más allá de lo concebible su aportación en cuanto a espíritu de superación y mentalidad a prueba de hierro. El desgaste sufrido contra el Fenerbahce impidió que esas armas fueran suficientes ayer para dejar en la cuneta al Lokomotiv pero, a estas alturas, nadie tiene la más mínima duda de que fue solo un accidente. El depósito de energía física se rellenará en breve y el corazón y el carácter están garantizados para lo que resta de curso.
La de ayer supuso el punto final a la presente edición de la Euroliga y habrá que esperar cinco meses para volver a disfrutar de esta competición, que regresará rebautizada bajo el formato de Liga europea. La primera jornada será los días 13 y 14 de octubre.