vitoria - El 12 de abril de 2006 representa una fecha inolvidable para el baskonismo. El extinto Taugrés rompió contra todo pronóstico las quinielas y superó al Panathinaikos en el OAKA en el tercer partido para acceder a la que, por entonces, era su segunda Final Four consecutiva en 2006. Aquel histórico 71-74 se mantiene todavía como uno de los triunfos más emotivos y difíciles de la historia azulgrana, jalonada de actuaciones conmovedoras durante años pero prácticamente ninguna con un significado tan especial como la que le permitió incrustar su figura en la edición de Praga tras convertir la gigantesca cancha helena en un velatario.

Sergi Vidal y Serkan Erdogan, dos de los artífices de aquel sonado éxito, han rememorado para DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA una velada que continúa fresca en su memoria pese al paso de los años. Uno pasó más desapercibido que el otro en una jornada cuya estampa final permanece imborrable en la retina de todos. Transformados en improvisados velocistas del hectómetro, toda la plantilla -exultante de felicidad- se dirigió a la carrera hacia los vestuarios en previsión de que su integridad corriese peligro ante la amenaza de una lluvia de objetos desde una grada hostil.

“Fue un encuentro increíble que posibilitó la segunda Final Four de muchas con el factor pista en contra, una cancha a reventar y un equipazo enfrente. Era una proeza ganar allí y, sin embargo, se consiguió. No recuerdo haber ido nunca a un partido pensando que no podíamos ganar. En esa época podíamos batir a cualquiera y lo demostrábamos cada día. Eso no garantizaba la victoria, pero creíamos en nuestras posibilidades”, reconoce el escolta catalán, ahora capitán del Joventut y que esa noche jugaría poco más de cinco minutos sin manchar ningún apartado de la estadística.

Mucho más determinante sería el killer Erdogan, un turco nacido para resolver los duelos calientes y cuya aportación resultó determinante para dejar con la miel en los labios a un Panathinaikos repleto de estrellas. Y es que, por aquel entonces, Zeljko Obradovic dirigía una plantilla de auténtico ensueño con nombres tan opulentos como Diamantidis, Spanoulis, Lakovic, Batiste, Tomasevic o Alvertis, todos ellos en la madurez de sus carreras. “Fue una de las grandes victorias de mi vida. Para ser honestos, el Panathinaikos no solo era favorito en nuestra eliminatoria, sino también para ganar la Euroliga. La eliminatoria estaba empatada a uno y nos lo jugábamos todo los dos equipos a vida o muerte, pero hicimos un trabajo maravilloso entre el staff técnico y los jugadores”, evoca el ya retirado escolta otomano, que ejerce en la actualidad como técnico asistente en el Tofas Bursa de su país.

festejos, en el vestuario Las horas previas fueron de una tensión evidente para los protagonistas, pero toda la presión recaía en el Panathinaikos y el Baskonia supo jugar sus bazas con maestría. No se dejó amedrentar en ningún instante por el miedo escénico que suponía ver a más de 20.000 fanáticos en las gradas y la recompensa resultó gloriosa en una noche de cuchillos afilados. “Éramos conscientes de que jugábamos en Grecia, que iba a haber mucha presión y que, o llevábamos el partido muy bien o que difícilmente nos íbamos a llevar el triunfo en un cara o cruz sabiendo lo que tendrían que soportar los árbitros”, desgrana Vidal.

Hasta alguien tan acostumbrado en su país natal a los ambientes más calientes como Erdogan no ha olvidado aún aquella experiencia “única” de silenciar a un griterío tan ensordecedor. Sus 24 puntos -3 de 5 en tiros de dos, 4 de 6 en triples y 6 de 6 desde la personal- insuflaron oxígeno a los de Perasovic en los momentos comprometidos. “Llegas a pasar algo de miedo, pero por otro lado también es una grandísima motivación. Y, en mi caso, esto fue un aliciente para tratar de hacerlo mejor”, confiesa el exjugador nacido en Amasya, cuya sangre fría en los segundos finales desde la línea del 4,60 ahorró una buena dosis de sufrimiento. Me gustaba asumir la responsabilidad en esos momentos calientes. Me ficharon para ser un jugador importante de la rotación y cumplí ese cometido”, confirma.

Después de que Alvertis desperdiciara un triple sobre la bocina que pudo haber propiciado la prórroga, es obvio que no existía margen para celebraciones sobre la cancha y que los festejos debían producirse en la intimidad de un vestuario donde se desató la locura. “Salimos corriendo porque sabíamos lo que se cuece. Durante el partido nos cayeron monedas, mecheros y alguna bengala. Obviamente dejar fuera de una Final a Cuatro siendo favoritos en su casa a un rival como el Panathinaikos y en un pabellón a reventar donde no se veían ni las escaleras, sabes que no se lo van a tomar bien y lo mejor que puedes hacer es correr. Era un choque entre la emoción de la victoria y el miedo por si pasaba algo. Estábamos corriendo de miedo pero, al mismo tiempo, con una cara de felicidad. Por eso, me gusta tanto esa foto”, revela Vidal.

Ambos no albergan dudas acerca del desenlace de la serie que protagonizan vitorianos y atenienses. Salvo desmoronamiento difícil de imaginar viendo su solidez desde el inicio de curso, el Baskonia posee, a su juicio, todos los boletos para pelear por el título continental en Berlín. “He visto los dos primeros partidos y el Baskonia me parece superior. Bourousis está siendo la clave”, esgrime Erdogan. En términos similares se expresa el badalonés, para quien “el equipo se encuentra en una posición inmejorable, ha conseguido recuperar esa esencia de ganar a cualquiera pese a no contar con los nombres de antaño, está ahí luchando y haciendo feliz a la gente de Vitoria”.