vitoria - Como cuando un armador desmantela uno de sus navíos. Así de contundente se comportó ayer Baskonia con la caricatura griega que fue Panathinaikos, ni de lejos el fiero león que habían pintado en la previa. El conjunto azulgrana abusó desde un principio del, ayer, indolente rival, que mucho deberá faenar ahora si quiere ganarse el pase a la Final Four de Berlín, una propuesta que exigirá pasar por encima del cadáver de Baskonia, que tal y como dejó claro ayer no tiene ninguna intención de dejar escapar este sueño. Lo demostró desde el minuto cero, desde que las carcasas y fuegos artificiales dispuestos para la presentación de ambas escuadras prendieron. Y ahí comenzó a cocinarse el triunfo ante el conjunto heleno, a la limón con el ímpetu de la afición, que en el día de ayer nunca dejó que la temperatura del pabellón bajara un solo grado. Como en los meses previos en Euroliga, el sexto hombre volvió a jugar un papel determinante. Cada canasta, cada rebote, cada cambio, cada tapón... Todo se celebró ayer como si fuera el último tren. Era el día, sin duda. El momento y la oportunidad de dar dos veces y contar con el factor cancha a favor. Y el Buesa no defraudó. En ningún momento a lo largo de los 40 minutos dejó solo al equipo, ni tan siquiera cuando James se saltaba las indicaciones de calma que Perasovic mandaba desde el banquillo o Blazic actuaba sin la contundencia que exigía el guión... Cuando no era el fondo de Indar lo era el de la fanfarre de Biotzatarrak, que prometieron en las horas previas habían prometido “guerra” y estuvieron a la altura. En este clima de ilusionante desparpajo se llegó al final del primer cuarto con un 18 a 26 que hacía presagiar, a tenor de lo visto, que Laboral Kutxa estaba en el buen camino.
hermanados con la grada Llegó entonces la hora del show, el momento de Rocky Balboa y su pegadiza banda sonora para mantener la tensión del momento. Porque ayer, por si había alguna duda, había un segundo partido que se jugaba en la grada. Anotaba entonces el speaker Auzmendi, se sucedían los concursos a través del videomarcador, las cheerleaders... Y llegaba el triple de Blazic al comienzo del segundo cuarto, que levantaba al pabellón antes de enloquecer con otro triplazo de Hanga sobre la bocina que llevaba el 24 a 20, y otra meritoria acción de James. La comunicación con la grada a esas alturas ya era un hecho y por si había alguna duda al respecto, fue Corbacho, con una acción de pundonor defensivo que terminó con una canasta al filo del reglamento que terminó por levantar al pabellón de sus asientos. Tembló entonces, y por primera vez, el suelo del viejo pabellón de Zurbano y también el del palco, donde Josean Querejeta y el resto de directivos e invitados para la ocasión a duras penas podían contenerse en sus asientos. No era para menos, ya que el equipo estaba haciendo justo lo que se le había pedido en las horas previas, mostrarse fiel a sí mismo con un juego alegre, desenfadado y solidario en tareas defensivas. Solo así, se intuía, tenía Baskonia alguna posibilidad de anotar el primer punto. Visto lo visto ayer, vista la blandura del Panathinaikos, la hoja de ruta se cumplió con creces.
Entre tanto, Velimir Perasovic, siempre exigente, aplaudía y enloquecía a partes iguales con cada acción de sus pupilos, que respondieron al envite de ayer dejándose la vida en cada instante. Y el pabellón entero aplaudió a rabiar, vaya que sí lo hizo. Dos malas acciones del equipo en el último minuto del segundo cuarto precipitaron un tiempo muerto por parte del técnico croata, que aireaba su mosqueo con ese sainete tan suyo de gestos e improperios. Y funcionó, la desconexión durante unos segundos mereció la pena porque Baskonia entró en modo calma después y se fue a la ducha con un ilusionante 39 a 28 en el marcador. Sorprendente pero justo a todas luces después del partido coral de Baskonia ante la banda endeble y timorata que ayer fue el Panathinaikos.
Llegó el momento entonces de la estampida generalizada en la grada hacia la zona de bares para reponer fuerzas, que la noche iba para largo y no era cuestión de flaquear en el último puerto. También se apuntaba a tan religiosa procesión el mítico Iri (Iñaki Iriarte), que mostraba buen pálpito tras los primeros veinte minutos.
planinic contagia a la grada El mismo guión se repetiría al comienzo del tercer cuarto. Misma tensión en la cancha e idéntica actitud en la grada, definitivamente hermanada con su equipo gracias al empuje de gregarios de lujo como Planinic, que anotaba el 49-34 después de una jugada donde capturó dos rebotes ofensivos y anotó -eso levantó la moral de la tropa-, o Adams, que se sacó de la chistera, cómo no, un triple inverosímil que primero golpeó en el aro, después voló por encima del tablero, se detuvo en la bajada sobre el marco y finalmente entró de manera plácida en la cesta cuando el tiempo de posesión terminaba. Ahí asumió Baskonia una merecida renta de 20 puntos sobre los griegos ante el éxtasis generalizado del personal. Peras explotaba entonces de satisfacción con los brazos en alto y Djordjevic, cabizbajo, mostraba evidentes signos de desquiciamiento. Le dio por cantar entonces al Buesa, puesto en pie e irremediablemente entregado a la causa como en las grandes noches del baskonismo. Y así se enfiló el camino hacia el último cuarto, con un clarividente 64 a 49 que apenas variaría mucho en el tramo final. A partir de ahí, y sin prepotencia de ninguna clase, a Baskonia le sobró el último cuarto, que la afición se tomó como una fiesta con la que seguir soñando. El primer paso, el más importante, está ya dado. Perasovic lo sabe y el equipo también, por eso ayer, en zona mixta, el mensaje de euforia brilló por su ausencia. Solo hubo respeto ante el poder del rival y trabajo para mantener la tensión competitiva además de para recuperar a Hanga, cuya lesión muscular le convierte en seria duda para lo que resta de serie. Un contratiempo ante el que la afición no parece estar dispuesta a resignarse. Ayer a última hora ya pululaba por la red el hastag #PrayforHanga.