Vitoria - Hay jugadores que se granjean la admiración de los rivales y merecen un aplauso hasta del público más hostil si su trayectoria es intachable y se halla repleta de éxitos. En el Panathinaikos da sus últimos coletazos un tipo incombustible como Dimitris Diamantidis que, para desgracia del Baskonia, pretende clasificar al conjunto del trébol por última vez para una Final Four antes de colgar definitivamente las botas al término de esta temporada. El veterano base griego, a punto de cumplir 36 años y con un palmarés impresionante en cuanto a títulos y reconocimientos individuales, anunció en septiembre del año pasado su retirada en el Prasini, periódico heleno cuyo dueño es Dimitris Giannakopoulos, el mismo que preside al ogro heleno.

“Ya no tengo que pensar en ello nunca más, he tomado una decisión. Quiero jugar una temporada más e intentar acabar mi carrera de la mejor manera posible. Mi objetivo es mantenerme sano y ayudar a mi equipo a ganar los máximos títulos posibles. Si consigo esto, será el mejor final posible para mí. Es la vida. llegarán nuevos jugadores. Yo dejaré de jugar, pero el Panathinaikos continuará. Nada va a cambiar. Yo me siento realizado, he vivido muchos grandes momentos que nunca llegué a soñar. Espero tener salud y añadir alguno más este año”, justificó en aquel instante con estas palabras una decisión muy meditada.

Los años no pasan en balde para nadie y Diamantidis, retirado hace tiempo de la selección helena y cuya cuota de minutos se ha reducido paulatinamente en los últimos años en el inquilino del OAKA, es consciente de que ni sus piernas ni su privilegiada cabeza responden ya al mismo nivel que cuando se convirtió durante una larga década en el timonel soñado por cualquier técnico. Fue la prolongación sobre la pista de Zeljko Obradovic, con el que formó un binomio de éxito liderando la época más dorada en la historia del Panathinaikos.

Los números acreditan a Diamantidis como uno de los jugadores más determinantes que ha pululado por la Euroliga. MVP del torneo en 2011 y ganador de tres coronas en 2007, 2009 y 2011, obteniendo en dos ocasiones la etiqueta de mejor baloncestista de la Final Four, también ha sido distinguido en cuatro ocasiones como integrante del mejor quinteto de la competición y nombrado mejor defensor hasta en seis ocasiones. En su país, el de Kastoria ha conquistado nueve ligas y nueve copas.

En el baloncesto europeo hay nombres que marcan una época y este todoterreno en la dirección ha cubierto doce temporadas vestido con la elástica verde. En todo este tiempo, Diamantidis se ha encaramado al primer lugar en el apartado de asistencias y recuperaciones. El suyo ha sido muchas veces un trabajo ingrato y que no aparecía reflejado en la estadística. Hasta compañeros de profesión igual de determinantes que él se han rendido a la eficaz labor de un base que controla como nadie el tempo de los partidos. “Siempre se sacrifica para el equipo”, comenta Spanoulis. A juicio de Navarro, “es increíble el control que tiene de todas las situaciones en los momentos claves, defensivamente es muy bueno y tiene grandes manos”. Jasikevicius, su compañero durante años en Atenas y ahora técnico del Zalgiris, admite que “jugar con él cada día era increíble, hacía todo mucho más fácil para ti y eso es fantástico”.

La progresión de Diamantidis ha sido imparable desde que debutase con el Iraklis, a los 19 años, en la máxima categoría del baloncesto griego. En aquel modesto conjunto de la HEBA, logró ser el MVP del con 24 años (2003-2004). Poco tardaron los grandes en fijarse en su privilegiada manera de defender y atacar. El Panathinaikos le reclutó en dura pugna con el Olympiacos y, gracias a ello, monopolizó los éxitos a nivel local durante prácticamente toda la década del 2000.