vitoria - Tras una asombrosa trayectoria continental que le ha permitido alcanzar unas cotas impensables, al Baskonia le ha llegado la hora de verdad. Ocho años después, tiene ante sí una oportunidad inmejorable para regresar a una Final Four de la Euroliga. Palabras mayores para un equipo cuya modesto objetivo era alcanzar el Top 16 y que, de repente, puede colarse entre el cuarteto de elegidos tan solo haciéndose fuerte en el Buesa, donde esta temporada se ha mostrado inabordable al ganar once de sus doce partidos. Tan solo el granítico y correoso Olympiacos le ha encontrado un resquicio de debilidad habiendo sufrido el miedo escénico de la cancha vitoriana otros gigantes como el CSKA, el Barcelona, el Real Madrid, el Khimki, el Efes o el propio verdugo griego en la primera fase.

Esa solidez como local alienta un moderado optimismo antes del cruce ante un Panathinaikos con una plantilla sensiblemente más larga pero vulnerable tras lo visto hasta la fecha. Se trata de un enfrentamiento de signo incierto entre dos históricos de la competición que tratan de reverdecer viejos laureles tras unos últimos años alejados de los focos e inmersos en una crisis de identidad. En el caso del adversario azulgrana, cuando arrancó la presente edición ni siquiera se encontraba entre los candidatos a copar los cuartos de final. Sin embargo, ha ido creciendo con el paso de los meses y la savia fresca incorporada en la última ventana abierta por la Euroliga para acometer fichajes le coloca en otra dimensión. Con un anotador como Elliot Williams, su equilibrio interior-exterior ha subido como la espuma.

La ilusión y la ambición por completar uno de los hitos más grandiosos de la historia juegan claramente a favor de los intereses alaveses. En cambio, surge la gran incógnita acerca de la respuesta azulgrana si la eliminatoria, como así parece, se alarga y el progresivo desgaste va minando las fuerzas del disminuido ejército en manos de Perasovic. Sabido ya que Causeur se perderá hoy su sexto partido consecutivo y que también es más que duda para el viernes, el Laboral Kutxa no puede ni debe caer en el desánimo al haber sumado ya victorias de prestigio sin el galo. Aunque pueda reaparecer más adelante, el capitán no tiene visos de estar en el mejor estado físico como para ser un elemento de utilidad ante sus dolencias de espalda.

Bajo la dirección de un sargento de hierro como Djordjevic, el Panathinaikos está bien cubierto en todas las posiciones y, en caso de recuperar la ventaja de campo, pasará a ser favorito. Nadie duda de que al Laboral Kutxa le aguardará la próxima semana un infierno en el OAKA. De ahí que convenga salir de Vitoria con un marcador tranquilizador (2-0) para no poner en riesgo la eliminatoria.

Será un choque de estilos entre un anfitrión que se siente más a gusto en el vértigo y en los partidos de altas revoluciones contra un visitante más propenso al baloncesto control. Buena parte de culpa de ello la tienen sus dos bases, especialistas en añadir cloroformo a las veladas. Calathes y el incombustible Diamantidis rivalizarán con los enérgicos y, a menudo, anárquicos Adams y James, obligados a no caer en el individualismo y brindar la pausa necesaria si se tuercen las cosas en algún momento. Las cabezas pensantes de Djordjevic aportan el punto de veteranía y oficio a un Panathinaikos que aterriza con dos veladas amenazas en su perímetro (Williams y Feldeine) y una mole en la zona como Raduljica cuyo duelo con Bourousis promete ser fundamental para resolver la identidad del ganador.