bamberg - El soberbio tránsito por el Top 16 no merecía un colofón tan decepcionante. Ni por asomo hizo acto de presencia el grupo granítico que ha asombrado a propios y extraños. A medida que transcurren las semanas, va languideciendo y derritiéndose un Baskonia que emite señales preocupantes. El deterioro físico ya es una losa cada vez más pesada. Bajo el manto protector del Buesa Arena todavía compite con extraordinaria dignidad. Sin embargo, los desplazamientos se han convertido en una pequeña tortura. Hay que rendirle pleitesía y quitarse el sombrero por el espectacular papel desplegado hasta ahora, pero tampoco conviene ponerse una venda en los ojos apreciada la decadencia de su juego y el desgaste de una plantilla extremadamente corta para la que una temporada ciertamente estresante amenaza con torcerse de forma abrupta.
El grandioso hecho de inmiscuir la figura entre los ocho mejores de Europa no puede ni debe esconder un hecho incuestionable como que el Laboral Kutxa continúa inmerso en un profundo agujero negro. Con dos titulares fuera de combate (Causeur y Shengelia), varios pesos pesados desaparecidos y una sorprendente tibieza de la que tan solo escapó Blazic, la tarea de asaltar el liderato del grupo F constituyó un sueño irreal. Se le nota pesada, espesa y desgastada a la tropa alavesa, huérfana de la actividad, consistencia y la energía que le han permitido edificar milagros. También le ha abandonado la clarividencia y la solidaridad colectivas con un problema mayúsculo al frente del timón.
Tras un desgaste sobrehumano a lo largo de los últimos meses, la aguja del combustible avanza imparable hacia la línea de la reserva. El Baskonia se aseguró la semana pasada de forma heroica el factor cancha para el cruce de cuartos de final, pero se halla obligado a recuperar cuanto antes sensaciones si quiere albergar opciones de acceder a la Final Four ante un hueso duro de roer como el Panathinaikos. Cayó sin paliativos el Laboral Kutxa en Bamberg prolongando su inquietante dinámica como visitante y también lo hizo la escuadra griega en Estambul frente al Efes, por lo que quedó rubricada una eliminatoria de alto voltaje en la que los vitorianos apelarán al calor del Buesa Arena con el fin de estirar al máximo el cuento de hadas que está suponiendo la presente edición continental.
Sobró la última jornada en Alemania. Fue un choque desigual entre el avión teutón y el tractor azulgrana. Dos velocidades distintas para un partido convertido en un monólogo de un Brose Baskets, cuya solvencia como anfitrión era conocida por todos. Careció el Baskonia de alma, hambre y frescura para poner la guinda a un Top 16 ciertamente asombroso. Incapaz de atajar las oleadas locales o candar con cierto decoro el rebote defensivo, se despegó a las primeras de cambio y con inusitada facilidad una de las revelaciones del grupo.
Especialmente frustrante resultó la puesta en escena, la defensa sobre el pick and roll del rival o la facilidad con que Miller ajustició a los visitantes desde todas las posiciones. Para colmo de males, le cogió el relevo al alero estadounidense un pujante interior como Theis, que se permitió incluso el lujo de tutear a un Bourousis muy renqueante y otra vez desdibujado. Las pérdidas infantiles y el individualismo de Adams, un agujero negro, hicieron el resto. Para cuando Perasovic introdujo las rotaciones, el destrozo en el marcador ya era evidente. Únicamente la vergüenza torera y el orgullo de Blazic, incansable la hora de aportar su aliento, evitó males mayores.
Varias destacadas acciones del esloveno acortaron la desventaja (60-49), pero el Brose Baskets -que recibió un jarro de agua fría al descanso al conocer que la victoria del Barcelona en Kaunas le negaba las últimas opciones de clasificación hacia el Top 8- corrigió rápidamente el rumbo. En definitiva, un mal trago que bajo ningún concepto deja en un segundo plano la óptima trayectoria de los últimos meses. El Baskonia, eso sí, cruza los dedos por el regreso de algún lesionado.
Horrible puesta en escena. La velocidad de ejecución, el acierto exterior y el dinamismo del Brose Baskets, sin obviar la incapacidad para cerrar el rebote defensivo, sumieron al Baskonia en el caos desde el salto inicial. Fue un ejercicio de impotencia de principio a fin y poco importó que los alemanes bajasen el pistón tras el descanso al verse fuera del ‘Top 8’.
Un Baskonia agotado. El desgaste sobrehumano al que se ha visto sometido la plantilla esta temporada comienza a pasar factura ahora que faltan efectivos y algunas piezas atraviesan un bache preocupante. Con una rotación menguada, este final puede hacérsele muy largo ya a un Laboral Kutxa con pocas fuerzas.