Atenas - Ningún equipo se le atraganta tanto ni le hace sufrir más al Baskonia en los últimos tiempos que este pétreo Olympiacos, una china en el zapato que le saca de la pista a base de músculo y dureza mental. Tras chocar contra este ejército de mastodontes, siempre sale rebotado y acaba empequeñecido. Ayer volvió a sentirse diminuto en comparación con un gigante heleno que no le dejó respirar y le borró de la pista con una intensidad sobrehumana. Un castigo inapelable que se viene repitiendo hasta la saciedad en los últimos enfrentamientos entre ambos y para el que no existe antídoto posible. Fue una lucha desigual entre un anfitrión dominante y un visitante prácticamente entregado que jugó demasiado tarde la baza de la ruleta rusa del lanzamiento exterior cuando el destrozo en el marcador era evidente.
El Pireo se mantiene como una cancha maldita para el Baskonia, que escribió ayer un nuevo capítulo de su impotencia cada vez que debe dar la réplica a ese muro de hormigón llamado Olympiacos. No tuvo una mísera opción la tropa de Perasovic de quebrar su mal fario en la pista ateniense, donde su última alegría data del lejano 2007. Desbordado y desorientado hasta el último cuarto en el que el preparador croata se jugó la arriesgada carta de los dos bases para, a golpe de triple, intentar el milagro a la desesperada, el Laboral Kutxa se estrelló ante los enormes tentáculos y el colmillo hambriento de un oponente en otra dimensión en el plano físico. Les faltó esta vez consistencia, fe, acierto y también ambición a los alaveses para protagonizar una nueva gesta en el Top 16, donde su situación sigue siendo idílica y cuya próxima jornada determinará definitivamente si el sueño de los cuartos de final puede hacerse realidad.
Pocos, por no decir nadie, apostaban ayer por profanar el templo griego ante un Olympiacos tan necesitado que recuperó el orgullo de campeón pero también dejó síntomas de vulnerabilidad en varios tramos de la velada. Reaccionó demasiado tarde un Baskonia plano y espeso que incurrió en pérdidas desesperantes y nunca halló una rendija por la que agarrarse a un partido convertido en un monólogo local. Antes de que los dos bases y Bertans prendieran a la desesperada la mecha de una ficticia reacción a triple limpio, malvivió ante los pesados grilletes del anfitrión y añoró como nunca a figuras desaparecidas en combate como Causeur o Tillie. El absentismo de los dos galos constituyó una losa pesada y Bourousis, sin rastro de la lesión muscular que le convirtió en duda, estuvo demasiado solo ante el peligro.
Ni siquiera precisó el Olympiacos la mejor versión de su estrella decadente para plasmar su dominio con nitidez. Spanoulis no hizo nada del otro mundo, pero emergieron otros secundarios de lujo en manos de Sfairopoulos para mantener a raya a un Baskonia desdibujado. Una desconexión fatal mediado el segundo cuarto convirtió en una misión imposible la tarea de profanar la caldera griega. Un partido bastante nivelado hasta ese instante (25-25) viró completamente hacia el bando local gracias a un terrorífico parcial de 16-0. Descabezado al frente del timón, lastrado por su mal balance defensivo y huérfano de la intensidad que le ha caracterizado durante esta temporada, el Baskonia se autoinmoló de mala manera. Las continuas pérdidas de Adams y James le enviaron a la lona e hicieron revivir las pesadillas provocadas por el versátil Printezis en los albores del pulso. El ex del Unicaja, más rápido, ágil y potente, destapó las débiles costuras atrás de Bertans, una de las piezas decepcionantes en El Pireo.
La esperanzadora puesta en escena invitó al optimismo, pero pronto se dio de bruces el Laboral Kutxa contra el imperioso estado de necesidad local. Quedó claro desde un principio que al Olympiacos le iba la vida en un envite sin vuelta atrás para sus aspiraciones de seguir vivo en el Top 16. Un paso atrás, en cualquier caso, que entraba en el guión previo al viaje y por el que no conviene dramatizar. El billete para cuartos de final deberá facturarse en el Buesa, empezando con un triunfo la próxima semana ante el talentoso pero vulnerable Khimki.