Nada menos que diez largas jornadas tardó Adam Hanga en conseguir su primer triple de la temporada en la ACB. Cerca de cuatrocientos minutos en los que parecía estar enemistado con el aro en los lanzamientos desde más allá de la línea de 6,75. Esa tarea le correspondía a otros compañeros más avezados en esa especialidad. Era lo previsible también ayer en el estreno baskonista en esta Copa. Cualquier aficionado habría apostado el reaparecido Bertans, los imprevisibles Adams y James, el capitán Causeur o incluso el gigante Bourousis para brillar en este apartado. Prácticamente cualquiera antes que el ocho azulgrana. Sin embargo, todos se equivocaron. Casi todos los anteriormente citados pasaron de puntillas por el partido -algunos incluso ofreciendo su peor versión en mucho tiempo- y tuvo que ser el húngaro quien se convirtiera en el faro que guió al Laboral Kutxa hasta la agónica victoria final.
Lo hizo firmando una auténtica exhibición que se recordará durante mucho tiempo. Porque a su habitual intensidad, esfuerzo defensivo y garra unió un absolutamente inesperado acierto ante el aro para sostener al equipo con vida cuando estaba contra las cuerdas frente a un enardecido Obradoiro.
Ya en la primera mitad se conjuró con Causeur para tirar del carro y llegó al descanso con ocho puntos y quince de valoración. Nada comparado con lo que ofreció tras el intermedio. Con los bases alaveses totalmente desquiciados y fuera de la contienda y Bourousis desactivado durante gran parte de los minutos, el Baskonia se desangraba mientras el Rio Natura creía cada vez más en protagonizar la tercera sorpresa de esta Copa.
Y entonces Hanga tiró de personalidad y sangre fría para arriesgar con uno de sus puntos menos fuerte. Así llegó el primer triple, y el segundo, y el tercero y el cuarto. Todos ellos sin fallo en esta segunda mitad de la contienda para completar un espectacular 6/7 a lo largo de los cuarenta minutos que se convirtió en la riquísima gasolina que permitió al plantel de Velimir Perasovic llegar hasta su primera meta.
Pero es que, además de anotar de manera inmisericorde, el magiar fue un auténtico baluarte bajo los tableros para capturar ocho rebotes, repartió dos asistencias, recuperó otros tantos balones, puso un tapón y recibió tres faltas para firmar 31 de valoración en los poco más de 32 minutos que estuvo sobre la pista. En definitiva, unos números de auténtico MVP que salvaron al Baskonia de una condena a la que se acercó demasiado. Hoy, ante el Madrid, no puede quedarse tan solo.