vitoria - En un Laboral Kutxa huérfano de una poderosa exuberancia física, hay un elemento diferencial que se ha convertido en un valladar indispensable para Velimir Perasovic. El rendimiento de Adam Hanga, una fuente inagotable de rumores durante todos los veranos baskonistas al que siempre se coloca lejos del Buesa Arena, está sorprendiendo gratamente en una temporada con claro aroma a reivindicación. Hasta el último momento estuvo en el aire su continuidad a las órdenes del preparador croata y los rectores del club sopesaron nuevamente la idea de una cesión a la hora de definir su futuro, pero finalmente se hizo un hueco en la plantilla haciendo valer el contrato suscrito en su día hasta junio del año 2017.

Varios meses después de aquel periodo de incertidumbre, el volador magiar comienza a justificar las razones que impulsaron a la entidad azulgrana a apostar por él cuando despuntaba en el modesto Manresa. Sin que sus números sean hasta la fecha estratosféricos ni haya mejorado un ápice su eterna asignatura pendiente del tiro exterior -han debido transcurrir diez jornadas para que el pasado domingo anotase su primer triple en ACB en el Bilbao Arena-, emerge un factor de indudable trascendencia que pone de relieve su valía para el grupo. Se trata de su virtuosismo atlético y asombrosa capacidad para vivir en el segundo piso, una cualidad de la que adolecen los restantes integrantes del perímetro baskonista y que, por tanto, hacen de él una figura imprescindible en estos instantes.

No se entendería, por ejemplo, en próximas fechas que Hanga fuese el sacrificado por el retorno de Bertans en la competición doméstica ante los intangibles que brinda un exterior dotado de un incuestionable talento físico. Pese a desperdiciar un tiro ganador en el reciente derbi ante el Bilbao Basket, su regularidad en aspectos cruciales del juego están ayudando a mantener a flote al Baskonia. Eclipsado por otros jugadores de la plantilla con más virtudes en el plano ofensivo, el plácido billete para el Top 16 y la casi segura presencia en la próxima Copa del Rey no se habrían entendido sin la constancia de un jugador al que el Buesa Arena no tenía hasta hace poco una gran estima por su rosario de lesiones ni su muñeca tan poco fiable. Nadie duda de que su año en calidad de cedido en las filas del Avellino de la Lega italiana le ha venido de perlas para ganar en confianza.

Su trabajo no aparece reflejado, a menudo, en la estadística. En numerosos partidos le ha tocado bailar con la más fea en defensa y no ha decepcionado. Su agresividad a la hora de incomodar las líneas de pase del adversario es un garantía para un técnico que siempre incide en la necesidad de hacerse fuerte atrás. También es el encargado de encabezar las oleadas azulgranas en el juego de transición o ayudar a los hombres altos en la tarea de cerrar el rebote. Y todo ello sin obviar esos privilegiados muelles que le permiten taponar a jugadores mucho más espigados que él o maltratar el aro rival gracias a sus célebres alley oops, la mayoría servidos en bandeja por Darius Adams.

Sin rastro de los problemas físicos que le martirizaron durante su primer año en Vitoria bajo la batuta de Sergio Scariolo, Hanga se ha asentado como el indiscutible tres titular de un Baskonia que no atesora otros baloncestistas de su estirpe. Ni Causeur, ni Blazic ni Corbacho se distinguen precisamente por lucir un físico privilegiado como el suyo o una calidad atlética fuera de lo normal, de ahí que el de Budapest sea uno de esos consumados especialistas tan bien considerados por los técnicos. Drafteado por los Spurs en 2011, la NBA se mantiene todavía como una aspiración vigente en su carrera. Algo difícil, pero no imposible si hace progresos en el tiro exterior, su gran pesadilla para la que no halla antídotos. En la ACB ha anotado tan solo uno de sus 18 tiros desde la línea de 6,75, mientras que en Euroliga su porcentaje es ligeramente superior (4 de 19).