vitoria - Durante muchos minutos de la velada de ayer en el Buesa Arena, el Baskonia pareció encontrarse al borde del precipicio. Obligado a remar contra su tremendo desacierto desde la línea de tres puntos y casi siempre por detrás en el marcador, los sucesivos arreones visitantes buscaban desestabilizarle de manera más que peligroso. El momento más inestable de todos probablemente llegó cuando, mediado el último cuarto, el combinado turco volvió a escaparse después del titánico esfuerzo realizado en los minutos anteriores por el plantel azulgrana para restablecer la igualdad e incluso adquirir una mínima ventaja. Y fue precisamente entonces cuando desde el banquillo vitoriano se sacó un as de la manga que, a la postre, se convirtió en clave.

Porque Velimir Perasovic optó por cambiar por completo la tipología del equipo sobre el parqué y buscar una solución de emergencia. De esta manera, introdujo a cuatro pequeños en la pista acompañados por un único jugador interior puro. Una maniobra que rápidamente comenzó a proporcionar réditos para los baskonistas. Así, la revolución de los bajitos auspiciada desde el banquillo estalló de inmediato y, lo que es casi todavía más importante, tuvo la virtud de prolongarse en el tiempo sin perder su efectividad.

Incluso cuando el agónico palmeo final de Brown en el último segundo del choque llevó el encuentro hasta la prórroga -que al igual que hace quince días ante el Olympiacos se presentaba con negros nubarrores en el horizonte del Laboral Kutxa-, el equipo no solo mantuvo su apuesta sino que la redobló. De esta manera, el Baskonia mantuvo este perfil en el tiempo suplementario -con Hanga de cuatro- y fue capaz de aguantar la presión de liderar el marcador con un letal perro de presa como el Efes pisándole los talones en todo momento.

Las únicas variaciones realizadas a lo largo de este tramo final de la contienda fueron algunos cambios de hombre por hombre para tratar de arreglar algún apartado puntual. Así, Iliminane Diop concedió algún minuto de respiro a Bourousis o saltó al parqué en jugadas puntuales para tratar de ofrecer su mayor intensidad defensiva en alguna acción concreta. Lo mismo que hizo Blazic con el estadounidense Adams. Una permuta que resultó fundamental para que de la presión del esloveno y Hanga en un saque de fondo surgiera el vital robo de balón del húngaro a Brown que propició una ventaja decisiva para la suerte de la contienda.

Claro que esta maniobra táctica sobre la que se apoyó el Laboral Kutxa para llegar hasta su tercera victoria de la temporada en la Euroliga no habría servido de nada si no hubiera estado acompañada en todo momento de una absoluta confianza de todo el equipo en sus posibilidades. Una fe que le permitió sobreponerse a los muchos golpes recibidos y que es uno de sus mejores valores este curso.

San Emeterio admitió que el duelo ante el Baskonia será especial pero solo hasta “el día de antes o la mañana de antes del partido”. “Después, cuando te metes en él, te olvidas de todo e intentas ayudar a tu equipo lo máximo posible para ganar y es lo que haré”, dijo.